-Dime
uno, sólo un nombre de alguien que conozcas haya ganado alguna vez.
-No
es que yo lo conociera directamente…
-Uno,
sólo uno, que tú conozcas
-Lo
conocí sólo por las historias que contaban de él…
-No,
que tú lo hayas conocido, que fuera tu amigo o vecino, es más, que lo hayas
saludado alguna vez, por coincidencia si quieres, pero que lo hayas visto.
-Una
vez estuve a punto de conocerlo, nos íbamos a reunir en un bar
-Pero,
¿lo conociste? ¿Comiste con él? ¿Se tomaron un trago?
-No,
nunca llegó
-Porque
no existe, nunca existió, te mintieron
-Lo
que me contaron tenía mucha lógica
-Pero
no lo conociste, no lo escuchaste de sus labios. Dime otro
-¿Otro
qué?
-Otro
güey que haya ganado
-Es
el único del que he escuchado
-Lo
ves, esa madre es mentira, nadie se gana la lotería
-Es
cuestión de suerte
-Suerte
mis huevos, puras pinches tranzas y tú de pendejo que crees en eso de la
suerte. Se llama probabilidad
-¿Cuál?
-Esa
mamada a la que tú llamas suerte, son meras probabilidades, en tu caso es casi
igual a cero, es tan probable como que te cayera un rayo en un huevo ahora
mismo.
-No
mames cómo crees que me va a caer un rayo
-Es
lo mismo, cómo crees que te vas a ganar el premio mayor
-Puede
ser ¿no?
-¡Puede
ser! ¡Sí, puede ser! ¡Pero qué probabilidades tienes, casi cero, entiende
cabrón!
-Pero
tengo probabilidades, en cambio, tú no tienes porque no juegas
-No
tengo porque no quiero, porque no me interesa
-Entonces
¡no me jodas con que probabilidades y que la suerte y que la chingada y que un
rayo en un huevo!
-Te
jodo porque gastas tu dinero a lo pendejo, comprando esas madres
-Es
mínimo
-Pero
es gasto
-Es
mi gasto
-Ultimadamente,
haz lo que se te hinche la gana con tu puto dinero.
-Pero
no te enojes
-No
me enojo, así hablo ya deberías estar acostumbrado
-….
-¿Tú
si conoces a alguien?
-¿A
alguien qué?
-Alguien
que se haya ganado la lotería, alguien con suerte
-En
primer lugar no debes de tener como sinónimo “alguien que se haya ganado la
lotería” con “alguien con suerte” no es igual.
-¿Por
qué?
-Ya
te lo dije, es probabilidad, no es suerte y sí, conocí a alguien que se ganó la
lotería
-¿Neta?
-Neta.
Fabián.
-¿Fabián
qué?
-Así,
a secas, Fabián. Le decíamos “El Pato”
-el
pato…
-Sí,
por feo, ya sabes esa mamada de el patito feo, después sólo fue el pato.
-Estaba
repinche
-Pues,
regular, estaba cacarizo y narizón, pinche nariz ancha y dada a la chingada
-Hay
unos cacarizos que tiene su pegue, feos pero con pegue
-Eso
sí, pero este no, este guey era feo, de esos pinches cacarizos feos.
El
pato nunca tuvo pegue con las mujeres, su primer rechazo fue en el kínder, su
pareja de vals lloró porque tenía que bailar con él. En la primaria sucedió lo
mismo y para la secundaria las cosas no mejoraron mucho.
Había
llegado a la pubertad, la edad de los cambios físicos, si en kínder siendo un
niño fue rechazado por una pequeña damita, en la “secu” sufriría una de sus
peores desdichas. Le cambió la voz, cuando hablaba le sonaba una voz con tonos
graves y agudos y en medio de estos un ligero ruido como graznido.
-Tal
vez por eso le decían pato
-Nel,
no creo, ya te expliqué porque
Le
comenzó a crecer un bigote “chocomilero” que parecía mancha de tizne, tres
bellos en la barbilla y el inicio de su tragedia con sus primeros barros en la
frente.
-¿Tenía
problemas de acné?
Cuando
menos lo pensó estaba parado frente al espejo exprimiéndose un barro
amarillento que brotaba de su nariz, su rostro tenía un tono rojizo mezclado
con el moreno de su piel, sus mejillas albergaban espinillas de cualquier
medida y su frente eran los restos de un campo de batalla. El pobre del pato
comenzaba su sufrimiento.
Le
decían de todo; que los granos le aparecían de tanta chaqueta, que de tan
caliente que era, que de aguantarse las ganas, la mayoría de las explicaciones
que sus compañeros le daban se asociaban con la sexualidad.
-¿Nunca
se trató? Pudo ir con un dermatólogo ¿no crees?
-No
sé cabrón, yo no vivía con él para saber eso.
Cuando
llegó a tercero de “prepa” su rostro no era más que el reflejo de una pubertad
accidentada, una pubertad marcada por el señalamiento y la burla, por el
desprecio y la culpa que le dejaba una “chaqueta”; su rostro le daría la
identidad perpetua de “el pato”.
Hay
que mencionar que antes de ser el pato llego a ser el patito feo, incluso un
mamón de la prepa que acababa de ver en la tele al otro mamón de brozo, llegó
diciéndole el batito feo, apodo que le duró un par de semanas, para después
retomar el de el patito feo y más tarde se modificaría a el pato.
En
la prepa comienzan los noviazgos más duraderos, incluso los planes de estudiar
la universidad juntos, visitar a los padres y todas esas mamadas. También llega
el tiempo de la cogedera…
-¿En
la prepa?
-Sí
-No
mames, eso es en la secundaria
-Cómo
crees, en la secundaria todavía ni se te para bien
-A
mí sí
-A
mí también, pero en la secundaria te tocas el pito y ya te estas viniendo
-¿Y
qué?
-Pinche
palo cuánto puede durar, ¿un minuto?
-Lo
que dure
-No
seas mamón, a qué pinche secundaria de putas te mandaron
-A
la misma que a ti, nada más que yo entré cuando tu saliste
El
pato se enamoró y fue correspondido…
-¿Neta?
-Neta
Se
puso de novio en tercero de “prepa” dos meses antes de terminar el último
semestre, ya había hecho su examen de admisión a la universidad, se decidió por
una ingeniería en no sé qué chingados, su novia se decidió por contabilidad,
escuelas diferentes, una misma universidad.
El
noviazgo duró hasta el segundo semestre de sus respectivas carreras, la morra
lo dejó argumentando que “no se entregaba totalmente a él porque su prioridad
era terminar su carrera para ayudar a sus padres a salir de pobres”
-No
mames así le dijo
-Simón
-¿Y
qué pasó?
-Lo
dejó, pero a las dos semanas se puso de novia con un güey de harto baro
-Pinche
vieja puta
-Culera
y puta, porque una cosa es ser puta y otra es ser culera, esta era puta y
culera.
-Tienes
razón. Y el pato qué hizo
-Se
tiró a la peda. De los dieces de calificación bajó a los seises, sietes,
reprobó materias, se dejó crecer la barba culera que para ese entonces ya eran
más de tres bellos, veintinueve para ser más exactos.
-Ah
chingado, los contaste o qué pedo
-Él
nos lo dijo
El
pato dejó de ser la excelencia como alumno, se convirtió en el teporocho de
ingeniería, lo extraño fue que lo seguían aceptando en clase, con aliento
alcohólico y la vida yéndosele entre las manos.
Tres
días después de su última peda como estudiante, se paró de su cama, se dio un
baño, desayunó huevos con jamón bajo el humo que desprendía una tortilla quemándose
en la estufa, se peinó con bastante gel, antes afeitó su barba y bigote y salió
a la calle.
En
el camino de su departamento a la parada del microbús, compró el periódico, lo hojeo, resolvió el
crucigrama del centro mientras esperaba sentado. Después de seis minutos
regresó al puesto de periódicos a comprar un carlos quinto y un melate.
En
el trayecto a la universidad observaba su reflejo en una de las ventanas, se convencía
asimismo que no estaba tan feo como decían, se acomodaba el cabello y reafirmaba
la idea, lo sacó de ese profundo pensamiento una señora pidiéndole espacio para
poner su enorme culo junto al de él.
Leyó
Prado Sur, Cocos, Bienesta (así con la r borrada al final) y Universidad en el
parabrisas del autobús, observó que los asientos no venían del todo ocupados y
que la señora pudo haberse sentado en uno vacío, regresó a sus adentros
diciéndose “pato, pues así muy pinche no estás, estás galán, es pura envidia”,
un violento movimiento del chofer lo sacó de su conversación interna.
A
la semana siguiente el pato era millonario.
Había
atinado a todos los números que salieron en el sorteo de los domingos…
-¿Cuánto
ganó?
-No
sé exactamente
Una
vez cobrado el dinero y deducidos los impuestos el pato procedió a hacer tres
grandes pendejadas entre todas las mamadas que hizo con el dinero.
La
primera. Comprarse una camioneta último modelo y pasar pedo frente a la casa de
su ex novia gritando lo mucho que la amaba pero al mismo tiempo diciéndole lo
puta que era y que ahora él tenía más dinero que el güey por el que lo había
dejado.
-Que
pinche mamada, y la vieja qué hizo ¿salió?
-No,
le habló a la policía y al pobre del pato se lo llevaron, le bajaron una feria
y lo dejaron ir, después de acomodarle dos putazos por ebrio y escandaloso.
-Oye,
pero si a la vieja le gustaba el money por qué no salió, cuando menos a
investigar de dónde sacó la lana este güey
-Primero
deja de decir money, qué es esa mamada, no salió porque era una puta decente,
no le gustaba dar espectáculos, además estaban los padres y se sintió ofendida,
a ellos les dijo que quien había terminado la relación había sido él.
-…
-¿La
segunda?
-¿La
segunda qué?
-La
segunda gran pendejada
-Dejar
la carrera. Con el dinero en la mano se profesó amo y señor del universo y
decidió poner un negocio olvidándose de su carrera.
-De
qué era el negocio
-Nunca
supe.
….
-¿Y
la tercera?
-¿Cuál
tercera?
-La
tercera gran pendejada, dijiste que cometió tres, sólo has contado dos.
-Ya
güey esas dos, qué más querías que hiciera
-Tú
dijiste
-Ah
sí, la tercera hacerse un “pilin”
-¿Un
qué?
-Esa
madre de limpiarse la cara, para quitarse todas las cicatrices del acné. Le fue
mal, le quemaron parte del rostro, quemaduras leves, pero le dejaron marcas
peores que las que ya llevaba.
Con
el tiempo el negocio quebró y su fortuna se esfumó como esa pinche bocanada de
humo que se te escapa de la boca, el dinero le duró tres años, como dicen que les
dura a los que se ganan la lotería.
-¿Quién
dice eso?
-Las
estadísticas, lo leí en un periódico
-Ah
-¿Te
queda claro?
-¿Qué?
-La
suerte, dime, este cabrón se ganó la lotería, pero toda su vida fue una mierda,
¿eso es suerte?
-Lo
de ganarse la lotería sí, lo otro no.
-No
me salgas con eso, ¿por qué la suerte le acompaña en eso de la lotería y en el
resto no? Ese güey nunca tuvo suerte, sólo estuvo en el momento indicado.
-Y
¿qué hace ahora?
-Murió,
la semana pasada lo atropelló un microbús que jugaba carreras
-…
-¿Quién
paga?
-¿Quién
pagó la última vez?
-No
recuerdo
-¿Entonces?
-Echamos
un volado ¿no?
-Va
-¿Cara
o cruz?
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