sábado, 24 de septiembre de 2011

Hasta Mañana

Quisiera que no pasara un día sin decirte cuánto te quiero y lo pudieras escuchar.
Quisiera poder ser testigo de la historia que escribe diariamente tu sonrisa, sentir la fuerza que brota dentro de mi alma al acercarme al gesto de tu cara cuando sonríes, que mis oídos despierten y dancen al compás del viento que tus palabras soplan. Necesito encontrar el camino que sólo tus ojos conocen y guardan celosamente para ti misma.
Tu piel tan suave, tan fina y tan noble, tan inocente que con su brillo me arropa durante las sombrías y solitarias noches que se congelan con el paso de la fría y sobria soledad.
Me encuentro en las paredes pidiéndoles la ternura de tus manos, esas manos con las que tocas mi rostro y le das vida, un rostro que se olvida de sus ojos, de su boca, de su rostro, un rostro que mira pasar el tiempo y se detiene en la espera de esas pequeñas manos que guardan la temperatura exacta para darle al cuerpo el calor que necesita.
Todos los días cuando voy por las calles no dejo de preguntar a las piedras, a los coches, a las nubes, y le pregunto a mi reflejo ¡por qué me estoy perdiendo tu baile! ¡Por qué no soy testigo de las hojas que nacen a diario en tus pequeñas ramas que se elevan con orgullo retando al cielo y al sol! ¡Por qué estoy tan lejos!
Pero debo confesarte que cuando llego, cuando termino, cuando el calor se evapora, cuando el sol le da paso a la luna y el lugar se torna obscuro y las voces dejan de sonar, cuando todos se han ido, ¡ahí apareces tú y me haces compañía!, ¡ahí está tu sonrisa que retumba en los alrededores! ¡Nace tu mirada iluminando el interior! ¡Tus manos coloreando las paredes! ¡¿Y yo?!  Yo, aunque desfilen miles de palabras por mi cabeza descifrando lo que intento decirte sigo con los hilos de mi alma entrelazados, ¡Pero yo renazco cada día en que te pienso! ¡Y sonrío y volveré a ser feliz porque mañana te veré de nuevo! Pero sólo hasta entonces ¡Hasta mañana! 

viernes, 9 de septiembre de 2011

Una escena vespertina


Cae la tarde y de nueva cuenta me encuentro sentado en una banca color verde en la plaza del pueblo, veo a la gente caminar, niños, jóvenes, en su mayoría son jóvenes, ancianos con movimientos lentos tomando asiento para iniciar a contar sus interminables anécdotas, parejas tomados de la mano como sacados de alguna telenovela, me vienen recuerdos enmarañados, pareciera que alguna vez pasé por esto, algún recuerdo borroso de algún rostro de mujer, cabellos sueltos y palabras hermosas, pero no logro ir más allá de esos recuerdos incompletos.
Regreso a mi banca y es de noche, la tarde se ha ido, más gente se aglomera, comen, ríen, hablan, parejas que hablan, ¡años juntos y aún tienen de qué hablar! Yo sigo ahí, sentado siendo testigo de la realidad, pero cuando menos pienso me extraigo, ya no vivo la realidad, vivo dentro de mí, la mayor parte del tiempo que he estado sentado he estado ausente, mi cuerpo sobre la banca, pero mi mente se ha ido, platico con mi interior, me hago preguntas y me respondo, imagino la realidad dentro de mi mente como si no existiera y todo fuera producto de mi imaginación, regreso.
Regreso sólo para darme cuenta de que soy producto de la imaginación de alguien más, y que lo que pensé que era real resultó falso. Llamada a mi celular que no alcanzo a contestar, termino mi vaso de agua, saludo a alguien sin saber quien es, de pronto me viene el recuerdo de una bailarina exótica que conocí el fin de semana anterior, ¡imaginen que camina por ahí, en la plaza! Seductora, poca ropa y mucha pasión, así son las bailarinas, pero no existen, terminan por ser un personaje muy distinto a su intérprete, así es esto, lleno de personajes por todos lados.
El escenario eterno de la vida donde todos somos actores y espectadores, somos testigos de dramas, de comedias, de romances, todo dentro de un gran escenario ¿cuándo dejó la realidad de ser eso y se convirtió en ficción? “Ficcionamos” la realidad y nos absolvemos del mundo “real” o el que nos parecía real, ¿qué hay de nuevo cada día? Los actores son mediocres, o tal vez sean excelentes interpretando la mediocridad, ya no lo sé, como tampoco sé el final de esta tragicomedia. De nuevo regreso.
Me doy cuenta que es mayor el tiempo que paso fuera del mundo real y me pongo de pie, camino para dejar atrás aquella banca. He visto pasar a esa mujer 3 días alternados, la miraré la mañana siguiente, es guapa, no tiene buen cuerpo, pero es guapa y le miro, me voy.
Camino de prisa como si alguien me esperara y yo estuviera retrasado con mi horario, camino por la calle a veces, cuando las banquetas son imposibles, miro las luces de los carros e imagino que son grandes ojos brillosos que me observan, me encandilan, sigo caminando, ofertas; 2x1, sombreros, botas, parada de autobús, fruta, todo pasa frente a mí como si el viento lo elevara al cielo y lo arrojara contra mi frente, lo esquivo, camino. Cantinas, no son bares, orgullosamente cantinas, música de fondo Julio Iglesias, borrachos en la puerta, porque ellos no son ebrios son “borrachos”, damas los acompañan o se meten solitarias a las cantinas, para mi son damas, señoras, una calle obscura, otra con luz, no importa de nueva cuenta no soy yo quien camina, es un personaje y no es la realidad, es otra escena más en esto de la ficción.    
Llego a mi cuarto, me pongo cómodo, voy al baño, enjuago mis manos, lavo mi cara, me veo en el espejo, soy yo pero caracterizado, barba crecida un poco descuidada, los vestigios de un peinado matutino, mirada profunda adornada con un par de ojeras pronunciadas, marcas de mis años por toda la cara, sonrío, mi papel ha sido del todo bueno.       

viernes, 2 de septiembre de 2011

Tus Fotos no hablan


Anoche antes de ir a la cama miré tus fotografías, hable con ellas pero ¡ellas no pueden hablarme!
Las observo a detalle, cada parte de tu rostro, tu mirada, pero ¡tu foto no me mira!
Sonrío con tu sonrisa, esa que se dibuja cuando estás alegre, pero ¡tu foto no se escucha y me pierdo el sonido vivo de tu carcajada!
Las pongo sobre mis manos y encuentro tu silueta plasmada en un pliegue de papel y me doy cuenta que tus ojos, tu sonrisa y tu ser están tan lejos de mí.
Anoche recostado en mi cama te miré y te hablé, pero ¡tú no me miraste y no me hablaste!, porque tus fotos no miran ni hablan.

Notas de Soledad


Por qué entender a la razón si la razón no entiende por qué te quiero.
En un momento de hartazgo mi deseo por tenerte cerca crece como el río en tiempo de lluvia, no se mide, la existencia misma se borra y da lugar a tu nombre, ese nombre que mis labios mencionan a cada instante durante las tardes tranquilas, como ésta, ya no como la de ayer porque esa ya se fue, como la de mañana, como la de todos los días hasta que llegues tú.
Hoy mi cuerpo se llena de tristeza, la tristeza que aparece cuando despertamos de un sueño profundo, aturdidos, confundidos, con el suspiro que renace cuando los ojos se estrellan con la realidad y sólo se escucha un triste ¡sólo fue un sueño!
La tristeza que nos deja un bello sueño, que contradicción, ¡por cuánto tiempo! ¡Cuándo dejará de ser sólo eso, un sueño!
Quisiera que nuestras vidas volvieran a chocar, que nuestras miradas se volvieran a cruzar, ya no con el misterio de la primera vez, ya con los momentos compartidos y con las ganas de decirte ¡Te quiero!
¡Y cómo no voy a quererte si conocí todo lo bueno de ti!
¡Y cómo no voy  a quererte si todos los días te recuerdo!
¡Y por qué no habría de quererte si aún te sigo esperando y conservo en mi mente el instante en que nos despedimos!
¡Y cómo no voy a quererte si aún me falta una vida entera para quererte!