No
contemos los días para volver a vernos, que los besos que vamos dando sean el
calendario tachado en rojo hasta que ocurra la siguiente vez.
Que
el campo se riegue con tu recuerdo y la ciudad se intoxique con mi sinceridad,
y sea la lluvia de agosto mi plegaria para que el cielo pueda escuchar.
Que
tu silueta dibuje la roca más grande para que el pintor la pueda trazar y que tu
cuerpo sirva al barro que el artesano deba moldear, y tu sonrisa sea el verso con
el que el poeta pueda soñar.
Los
caminos quedaron impregnados con tu aroma, en las banquetas ahora se venden
sueños, yo pregunto por ti y nadie me contesta.
Ya
no hay colores en los murales, se fueron junto al verano que acaba, el mismo
que vuela sobre tu mano, como si fueras la dueña del tiempo, de las emociones.
Las
canciones se olvidan, los poemas se rompen, los dibujos terminan, sólo me queda
tu rostro y esa sensación que me despierta de madrugada y me obliga a
mantenerme vivo.
De
nueva cuenta seré el itinerante que sigue tu rastro, porque me cuesta estar
inmóvil sabiendo que existes, porque mientras gire el mundo y tú gires con él,
seguiré mi curso hasta encontrarte.
PD:
He bajado cinco kilos desde la última vez que nos vimos. Llego en martes (aún
no sé la fecha), me afeité y llevo sombrero de ala corta.