viernes, 21 de octubre de 2011

Recuerdo


…o como cuando viajábamos sin escondernos en los camiones viejos con paradas continuas oliendo siempre a las calles de los pueblos… cuando sudábamos las gotas complacidas por los calores de verano… nos escondíamos del sol dentro de los cantos del viejo mar y nos secábamos del mar con la alegría del eterno sol danzante.
Cuando corríamos en cuero por la arena dócil y terminábamos revueltos entre agua y polvo con las manchas de la felicidad repartidas en nuestros cuerpos… cuando el reloj se movía a gran velocidad pero nada nos detenía…como cuando te encontré aquella vez dentro del jardín que con tanto esmero cuidaba tu vieja… cuando nos vestíamos de rosa para ir a comprar helado y nos reíamos de la ciudad… cuando nos tomábamos de la mano para subir al metro y tenias el cabello largo…
...o como cuando la primavera no era triste y  te regalé un montón de rosas… como cuando andábamos por las calles en el centro y vestías el gorro azul que te regalé en tu cumpleaños número veintidós… cuando bebíamos el café en las tardes de octubre… cuando los inviernos no eran fríos y en otoño nos besábamos bajo las sábanas mientras te reías con mis gestos ridículos con los que imitaba a los artistas.
…o como cuando usabas mis camisetas y copiabas mi manera de caminar…y en mi cajón siempre encontraba una pieza de tu ropa interior… o cuando decidimos pasar todo un domingo en pijama en casa y te hice de comer… y cuando reímos todo un día por cosas que no recuerdo.
...o como cuando imaginé que esto sería eterno y que nunca se terminaría mi tiempo contigo y nunca dejarías de compartir tu vida conmigo…

viernes, 14 de octubre de 2011

"Ili wikit"

Empo ili wikit
wan paliape cousisime
tosata se yaabaaleka
wan paliape cousisime
tosata se yaa baaleka
Amani su tata sikahueu bianaka
tosata se yaa baaleka
wan paliape cousisime
tosata se yaa baaleka

El Pajarito
Tú pajarito,
que hacia el llano rumbo llevas
andas formando un nido
Allá rumbo donde se mete el Sol...

sábado, 24 de septiembre de 2011

Hasta Mañana

Quisiera que no pasara un día sin decirte cuánto te quiero y lo pudieras escuchar.
Quisiera poder ser testigo de la historia que escribe diariamente tu sonrisa, sentir la fuerza que brota dentro de mi alma al acercarme al gesto de tu cara cuando sonríes, que mis oídos despierten y dancen al compás del viento que tus palabras soplan. Necesito encontrar el camino que sólo tus ojos conocen y guardan celosamente para ti misma.
Tu piel tan suave, tan fina y tan noble, tan inocente que con su brillo me arropa durante las sombrías y solitarias noches que se congelan con el paso de la fría y sobria soledad.
Me encuentro en las paredes pidiéndoles la ternura de tus manos, esas manos con las que tocas mi rostro y le das vida, un rostro que se olvida de sus ojos, de su boca, de su rostro, un rostro que mira pasar el tiempo y se detiene en la espera de esas pequeñas manos que guardan la temperatura exacta para darle al cuerpo el calor que necesita.
Todos los días cuando voy por las calles no dejo de preguntar a las piedras, a los coches, a las nubes, y le pregunto a mi reflejo ¡por qué me estoy perdiendo tu baile! ¡Por qué no soy testigo de las hojas que nacen a diario en tus pequeñas ramas que se elevan con orgullo retando al cielo y al sol! ¡Por qué estoy tan lejos!
Pero debo confesarte que cuando llego, cuando termino, cuando el calor se evapora, cuando el sol le da paso a la luna y el lugar se torna obscuro y las voces dejan de sonar, cuando todos se han ido, ¡ahí apareces tú y me haces compañía!, ¡ahí está tu sonrisa que retumba en los alrededores! ¡Nace tu mirada iluminando el interior! ¡Tus manos coloreando las paredes! ¡¿Y yo?!  Yo, aunque desfilen miles de palabras por mi cabeza descifrando lo que intento decirte sigo con los hilos de mi alma entrelazados, ¡Pero yo renazco cada día en que te pienso! ¡Y sonrío y volveré a ser feliz porque mañana te veré de nuevo! Pero sólo hasta entonces ¡Hasta mañana! 

viernes, 9 de septiembre de 2011

Una escena vespertina


Cae la tarde y de nueva cuenta me encuentro sentado en una banca color verde en la plaza del pueblo, veo a la gente caminar, niños, jóvenes, en su mayoría son jóvenes, ancianos con movimientos lentos tomando asiento para iniciar a contar sus interminables anécdotas, parejas tomados de la mano como sacados de alguna telenovela, me vienen recuerdos enmarañados, pareciera que alguna vez pasé por esto, algún recuerdo borroso de algún rostro de mujer, cabellos sueltos y palabras hermosas, pero no logro ir más allá de esos recuerdos incompletos.
Regreso a mi banca y es de noche, la tarde se ha ido, más gente se aglomera, comen, ríen, hablan, parejas que hablan, ¡años juntos y aún tienen de qué hablar! Yo sigo ahí, sentado siendo testigo de la realidad, pero cuando menos pienso me extraigo, ya no vivo la realidad, vivo dentro de mí, la mayor parte del tiempo que he estado sentado he estado ausente, mi cuerpo sobre la banca, pero mi mente se ha ido, platico con mi interior, me hago preguntas y me respondo, imagino la realidad dentro de mi mente como si no existiera y todo fuera producto de mi imaginación, regreso.
Regreso sólo para darme cuenta de que soy producto de la imaginación de alguien más, y que lo que pensé que era real resultó falso. Llamada a mi celular que no alcanzo a contestar, termino mi vaso de agua, saludo a alguien sin saber quien es, de pronto me viene el recuerdo de una bailarina exótica que conocí el fin de semana anterior, ¡imaginen que camina por ahí, en la plaza! Seductora, poca ropa y mucha pasión, así son las bailarinas, pero no existen, terminan por ser un personaje muy distinto a su intérprete, así es esto, lleno de personajes por todos lados.
El escenario eterno de la vida donde todos somos actores y espectadores, somos testigos de dramas, de comedias, de romances, todo dentro de un gran escenario ¿cuándo dejó la realidad de ser eso y se convirtió en ficción? “Ficcionamos” la realidad y nos absolvemos del mundo “real” o el que nos parecía real, ¿qué hay de nuevo cada día? Los actores son mediocres, o tal vez sean excelentes interpretando la mediocridad, ya no lo sé, como tampoco sé el final de esta tragicomedia. De nuevo regreso.
Me doy cuenta que es mayor el tiempo que paso fuera del mundo real y me pongo de pie, camino para dejar atrás aquella banca. He visto pasar a esa mujer 3 días alternados, la miraré la mañana siguiente, es guapa, no tiene buen cuerpo, pero es guapa y le miro, me voy.
Camino de prisa como si alguien me esperara y yo estuviera retrasado con mi horario, camino por la calle a veces, cuando las banquetas son imposibles, miro las luces de los carros e imagino que son grandes ojos brillosos que me observan, me encandilan, sigo caminando, ofertas; 2x1, sombreros, botas, parada de autobús, fruta, todo pasa frente a mí como si el viento lo elevara al cielo y lo arrojara contra mi frente, lo esquivo, camino. Cantinas, no son bares, orgullosamente cantinas, música de fondo Julio Iglesias, borrachos en la puerta, porque ellos no son ebrios son “borrachos”, damas los acompañan o se meten solitarias a las cantinas, para mi son damas, señoras, una calle obscura, otra con luz, no importa de nueva cuenta no soy yo quien camina, es un personaje y no es la realidad, es otra escena más en esto de la ficción.    
Llego a mi cuarto, me pongo cómodo, voy al baño, enjuago mis manos, lavo mi cara, me veo en el espejo, soy yo pero caracterizado, barba crecida un poco descuidada, los vestigios de un peinado matutino, mirada profunda adornada con un par de ojeras pronunciadas, marcas de mis años por toda la cara, sonrío, mi papel ha sido del todo bueno.       

viernes, 2 de septiembre de 2011

Tus Fotos no hablan


Anoche antes de ir a la cama miré tus fotografías, hable con ellas pero ¡ellas no pueden hablarme!
Las observo a detalle, cada parte de tu rostro, tu mirada, pero ¡tu foto no me mira!
Sonrío con tu sonrisa, esa que se dibuja cuando estás alegre, pero ¡tu foto no se escucha y me pierdo el sonido vivo de tu carcajada!
Las pongo sobre mis manos y encuentro tu silueta plasmada en un pliegue de papel y me doy cuenta que tus ojos, tu sonrisa y tu ser están tan lejos de mí.
Anoche recostado en mi cama te miré y te hablé, pero ¡tú no me miraste y no me hablaste!, porque tus fotos no miran ni hablan.

Notas de Soledad


Por qué entender a la razón si la razón no entiende por qué te quiero.
En un momento de hartazgo mi deseo por tenerte cerca crece como el río en tiempo de lluvia, no se mide, la existencia misma se borra y da lugar a tu nombre, ese nombre que mis labios mencionan a cada instante durante las tardes tranquilas, como ésta, ya no como la de ayer porque esa ya se fue, como la de mañana, como la de todos los días hasta que llegues tú.
Hoy mi cuerpo se llena de tristeza, la tristeza que aparece cuando despertamos de un sueño profundo, aturdidos, confundidos, con el suspiro que renace cuando los ojos se estrellan con la realidad y sólo se escucha un triste ¡sólo fue un sueño!
La tristeza que nos deja un bello sueño, que contradicción, ¡por cuánto tiempo! ¡Cuándo dejará de ser sólo eso, un sueño!
Quisiera que nuestras vidas volvieran a chocar, que nuestras miradas se volvieran a cruzar, ya no con el misterio de la primera vez, ya con los momentos compartidos y con las ganas de decirte ¡Te quiero!
¡Y cómo no voy a quererte si conocí todo lo bueno de ti!
¡Y cómo no voy  a quererte si todos los días te recuerdo!
¡Y por qué no habría de quererte si aún te sigo esperando y conservo en mi mente el instante en que nos despedimos!
¡Y cómo no voy a quererte si aún me falta una vida entera para quererte!

martes, 28 de junio de 2011

Al final sólo quería un abrazo

El calor que provocan las verdades no se compara con el intenso sol de verano donde las nubes se esconden vanidosas detrás de él sólo para vernos rogar por unas gotas de fresca lluvia, de la misma forma en que lo hacemos por aquellos besos lejanos y los abrazos apagados como candilejas callejeras cuando la noche se ha ido.
El silencio es cruel pero los gritos son aterradores por eso es mejor callar y dejar de pensar, pero, ¡¿hasta cuando?! Cuando la memoria selle los pozos de la traición en donde quedaron ahogadas las ilusiones y los propósitos, cuando el recuerdo se desvanezca como la piel dándole paso a los huesos, ¡pero más rápido! pues tanto tiempo mi cuerpo no lo soportaría, hasta entonces, seré libre.
Nos encontramos aquél viernes de julio, teníamos un par de meses sin vernos, era una de esas personas que consideramos amigas pero que hasta hace poco empezamos a conocerles en el fondo y nos damos cuenta de que comenzamos a apreciarles más. Era una tarde de verano frente al monumento erguido en la memoria de Benito Juárez, era el café Ralo, cruzado de piernas, recargado en el respaldo de la silla donde me sentaba casi con la parte baja de la espalda, mientras con mis dedos pulgar e índice de mi mano derecha acariciaba suavemente el aza de mi taza como si buscara las respuestas en esa actividad al mismo tiempo que mi mirada se perdía en el cielo contemplando el vuelo de las aves, con mi otra mano encendía una y otra vez mi encendedor.
Llegó de sorpresa, me bajó del vuelo en el que me encontraba junto al grupo de pájaros, me puse de pie para recibirla y la invité a tomar algo, aceptó, iba pasando por ahí y no tenía planes el resto del día, además le dio tanto gusto de verme que casi se podía evitar la invitación.
Platicamos de nuestras actividades, le comenté que aún continuaba escribiendo en el periódico y tenía algunas clases en la universidad del estado, ganaba buen dinero y contaba con suficiente tiempo libre para pasear, además recién terminaban las clases por lo que estaba planeando irme de vacaciones, a medias pues tenía el compromiso del periódico pero era algo que podía resolverlo a larga distancia.
Me contó que tenía mucho trabajo, que no se la acababa, la presión del posgrado y los alumnos de la universidad donde daba clases la tenían cansadísima, cuatro años más y me retiro me dijo, me gusta lo que hago pero no es lo mío no es lo que quería de esta vida, ¿sabes? Mi sueño era ser ama de casa, tener muchos hijos y pasármela en mi casa cocinando para todos, en la tranquilidad del campo, ese era mi sueño ¿tu crees?
Admito que me sorprendió escucharla, era buena en lo que hacía, como si le apasionara, en efecto le gustaba pero no creo que le apasionara, lo que ella buscaba era otra cosa y lo conseguiría. Me di cuenta que para lo que a unas personas son los sueños de toda su vida y luchan hasta el cansancio para conseguirlos, para otras es totalmente lo contrario, se encuentran en situaciones por casualidad, casi por accidente y cuando los sueños son en apariencia sencillos tanto que ni siquiera nos podemos dar cuenta que es lo que se busca en la vida no le damos el valor merecido.
Me alegró tanto escuchar aquello, una vida sin mayor preocupación que la de cuidar hijos, procurar su sano desarrollo en el seno familiar y en la sociedad. ¿Y los tuyos? Me dijo.
Otra vez me sorprendió, no sabía la respuesta o tal vez no la recordaba, en ¿qué momento perdí mi camino? Mis sueños se acabaron le dije, se fueron y hoy me queda el día a día dentro de las aulas y en la tinta. No puede ser, me retó, tú un joven idealista que quería cambiar el mundo, al que le apasionaban las letras, el cine y donde veía injusticias en cualquier rincón de la ciudad que te motivaban a buscar la verdad y liberar de las desgracias a los marginados ¿hoy sin sueños?...perdóname pero no te creo.
Tienes razón, pero envejecemos y nos conformamos, necesitamos dinero para comer, para viajar, ya no podemos andar con el cabello largo y de rait por las carreteras sin saber si comemos o no, necesitamos estabilidad económica, un lugar que nos de tranquilidad y un empleo que nos de de comer… ¿y una compañera? Me dijo.
La encontré y la perdí y sinceramente no tengo fuerzas para levantarme le dije. Antes de que llegaras observaba el vuelo de los pájaros, me preguntaba como es que no caen súbitamente y se golpean contra el suelo, creo saberlo, ellos planean la subida, cada movimiento de sus alas es instintivamente planeado (si es que eso es posible en los animales) sienten el aire, saben a donde van, vuelan en grupos y cuando quieren bajar observan en donde aterrizarán, por eso no caen de golpe, porque todo corresponde a una planeación.
Y yo cuando volaba, cuando soñaba lo hacía sin planear, sin mirar más allá de mis posibilidades, me ilusionaba en todo y con todos, los golpes fueron fuertes, las caídas fueron duras, dolieron, me levanté pero ya no para volar, sino caminar en la tierra firme, encontré el par de trabajos con los que cuento y aquí me tienes…
La plática siguió hasta las nueve de la noche hora en que recibió una llamada en su teléfono celular, se despidió de mí rápidamente, salió casi corriendo quedamos en hablarnos luego para visitar a un amigo en común… ¡Hasta pronto!
Me quedé sólo, pensando en lo que era de mi vida, preguntándome quién era yo y si lo que hacia era realmente lo que quería en mi vida, siempre me ha gustado escribir, pero definitivamente no hacía lo que yo había soñado. Después de años de noviazgos de juventud encontré a quien creía era la mujer de mi vida, la ame con todas mis fuerzas tanto que se me acabaron y no he podido amar a alguien más. Me di cuenta que mi amiga y yo compartíamos un poco de ese sueño, el de formar una familia, hijos una madre con ganas de educarlos sin descuidar su desarrollo profesional, un padre haciendo lo mismo educando hijos mientras se desarrolla profesionalmente.
Llegará el día en que vuele de nuevo, pero antes debo de andar por el desierto en el que me encuentro, resolviendo acertijos que se escriben en la arena para poder pasar el siguiente nivel sobre las dunas, arropándome con mis propios brazos en las noches heladas en donde se congelan mis pensamientos y despertar con los potentes rayos del sol cayendo sobre mi frente que suda a raudales como si mi alma intentara ahogar el dolor que se esconde y se aferra al corazón.
Saldré de este desierto, lo abandonaré y me regocijaré en las frescas aguas del mar y no es que el camino sea largo sino que la tormenta es densa y el tiempo camina lento.
Y al final de nuestra charla… ¡Sólo quería un abrazo! 

jueves, 16 de junio de 2011

Carta a Yola

Miré tu silueta entrar por la madrugada y cuando quise hablarte ya te habías ido, por la mañana escuché tu voz en la cocina, me levanté de mi cama para darte los buenos días y no estabas, otro día mas la ilusión me jugaba una mala pasada.
Recorto los rostros de las personas que aparecen en los periódicos, lo hago todas las mañanas mientras me tomo el café, dejo de hacerlo cuando acumulo 45. Ya no fumo, ni le doy importancia a las noticias. Saco a pasear a “el negro”, tiene ocho meses esta enorme, ¿recuerdas que tú no lo querías? Cuando lo llevo por el parque la gente se le queda viendo, admirando lo bonito que es, lo suelto un poco, es muy educado no ladra ni muerde a nadie a menos que me ataque algún desconocido.
Me siento en las bancas para tomar el segundo café de la mañana, la gente pasa sudando por el trote matutino que los mantiene saludables, yo no puedo recuperarme de mi dolor de espalda, no puedo hacer ejercicio, quisiera pero no puedo. Las mañanas son frescas, ruidosas en esta parte de la ciudad, una sinfonía de motores de coches pisadas de entrenamiento y canto de las aves, y junto a mi oído el sorbo del café que me recuerda las mañanas en que caminábamos juntos por este parque saludando a vecinos y extraños que sonreían al mirarnos tan enamorados.
Regreso al departamento y ya casi es mediodía, hoy no iré a la oficina dejé a Gabriel encargado de mis pendientes, no tengo ánimos de escuchar a las demás personas, no quiero saber sus vidas, sólo la tuya, ¡saber qué haces y dónde estas! Pero eso no es posible lo sé, cambiaste tu número de teléfono, tu dirección de correo electrónico, cómo no vas a poder hacerlo si hasta cambiaste de lugar el amor que tenías en mí, porque hoy creo que el amor no desaparece sólo cambia de residencia, así de sencillo como llega se va, pero no para mí, o tal vez sea porque aún te veo a través de las ventanas y en los coches rojos que circulan en mis calles y es por eso que no pueda sacarte de mi corazón, o de mi mente, o de las dos partes, porque yo te amé con la razón y con el corazón.
Pediré una pizza, tú sabes que aunque me gusta la cocina cocino poco, además sólo lo hago cuando tengo invitados, no para mí. Eras mi invitada de honor todos los días, mañana tarde y noche, era un placer llevar hasta tu cama el desayuno, sorprenderte con los platillos de la tarde y aunque casi siempre cenábamos fuera, por las noches me satisfacía aislar tu cansancio con algo fresco y dulce como el preludio a las escenas más románticas de mi vida.    
Quedaron dos rebanadas, las guardaré para más tarde, son las tres de la tarde pasaré el tiempo navegando por los canales de televisión a través de mi control remoto, después de dos vueltas a todos los que están disponibles encuentro una serie de moda, todos en la oficina hablan de ella, la miro sólo para formar parte de la charla cuando se de el caso. No es la gran serie como la habían platicado, un tipo resolviendo casos policiacos mientras mantiene un romance en secreto con su superior, diálogos pretensiosos y algo predecibles, me quedé dormido.
Son las cinco con quince, me levanto, voy al baño, cepillo mis dientes y lavo mi cara, regreso a la cama, me recuesto y respiro hondo, miro el techo, miro el reloj, cinco con veinticinco minutos, es hora de salir a caminar un poco, pero antes la tercera taza de café del día. Su aroma me da nostalgia por las tardes en que charlábamos de todo en el balcón, tú sonreías por cada tontería mía, veíamos los coches pasar y nos imaginábamos a dónde iban, la tarde nos hacía el motivo del día, el clima era perfecto y lo adornábamos con un par de panes dulces. Te besaba en las mejillas cada vez que te descuidabas, mordía suavemente tus manos cuando me las dabas, una tarde tu piel blanca se tornó roja de la pena que sentiste cuando me puse de pie y empecé a gritarle a todas las personas que pasaban por ahí lo mucho que te quería… ¡Señor mire usted a esta hermosa mujer, estoy enamorado de ella, la amo! ¡Joven mire, ¿ve esta hermosura que tengo a mi lado?, es la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días! ¡Señora mire que guapa es mi mujer, estoy perdidamente enamorado de ella! Y así pude haber estado toda la tarde si no es porque me llevaste a jalones hasta la cama para hacerme el amor.
Salgo a caminar pero ya sin “el negro”, paso frente al café donde nos conocimos y me llevo uno para el camino, es fresco lo que resta del día, llevo camisa manga larga casual, tenis, pantalón tipo cargo, hace tres días que no me rasuro, mi barba se ve manchada de blanco sobre todo en el lado izquierdo de mi cara, me doy cuenta de esto porque recién pasé frente a la sucursal bancaria y pude ver mi reflejo en las ventanas que siempre lucen impecables. No llevo rumbo, sólo camino y respiro, sonrió cuando veo a las parejas con niños, siempre planeamos los nuestros, yo quería tres  y tú dos, pensábamos en los nombres y nos emocionaba imaginar como serían físicamente, yo quería que tuvieran tu nariz y tú mis ojos, yo tu color de piel y tu mi boca, la verdad es que si alguna vez iba a ser padre imaginaba a mis hijos con toda la belleza que escapaba de tus ojos, el brillo de tu sonrisa que iluminaba mis ratos tristes y el enigma que encerraba tu fino cuerpo al pasar frente a mí.  
Hasta el día de hoy no entiendo por qué te fuiste, me sigo haciendo esa pregunta todos los días, ya no guardo fotografías tuyas pero tu recuerdo se ha adherido a mi memoria, eres parte de lo que hace que mi mente funcione y que mi corazón no deje de latir. Qué fue lo que hice mal, aún no me lo puedo explicar ni encuentro a nadie que me lo pueda decir. Son las ocho de la noche y estoy sentado en la sala, tomándome el quinto y último café del día si es que no despierto por la madrugada sobresaltado por mirar de nueva cuenta tu cara junto a mí compartiendo la cama.
¡Te extraño como se extrañan las lluvias en la primavera!
¡Te extraño como se extrañan los días de playa en el invierno!
¡Te extraño como se extrañan las tardes de otoño cuando sucede el resto del año!
Pero ¡te extraño aún más como mi existencia te extraña!

lunes, 6 de junio de 2011

Coyote II

Caminé a través de la arena, la misma en la que alguna vez caminamos juntos, me dirigí hacia mis compañeros, sequé mi cuerpo como si me quitara una piel vieja que estaba dañada. Me cubrí del sol con la toalla y abrí una lata de cerveza ahora de modelo especial.
Platicábamos de cualquier cosa, escuchábamos el mar, buscábamos un rincón de arena mojada para no quemarnos los pies y festejábamos el inicio de nuestras visitas a la playa. Cuando menos esperábamos llegó hasta nosotros Axel.
Un jovencito de algunos 20 años cuando mucho, piel morena, mirada expresiva, cabello corto sólo el flequillo largo, no traía puesta playera lo que dejaba ver un par de tatuajes, un tigre en el pecho izquierdo y una calavera de la que se había escapado mas de una vez sobre el hombro del mismo lado, sólo vestía short por debajo de la cadera que dejaba ver un bóxer a cuadros verde. Nos pidió un cerillo, le ofrecimos un encendedor, lo aceptó y se puso casi de rodillas a un costado del coche para cubrirse del aire y encender su cigarro, cuando por fin lo hizo nos dio el tufo y nos advirtió que era mota como si no nos hubiésemos dado cuenta, nos ofreció pero no aceptamos, un día antes no habría poderlo hecho ya que el lugar estaría repleto de visitantes del estacionamiento de la playa que lo último que hacen es voltear a ver el mar y la puesta del sol, sólo se dedican a beber alcohol y escuchar música a todo volumen, luciendo sus coches ante la vista de las chavas que visten diminutos pantalones que dejan ver las curvas pronunciadas características de las mujeres de la región. 
Se retiró hacia el coche en el que había llegado el cuál se movía en dirección a la salida del lugar, pensamos que lo habían dejado pero al cabo de unos minutos regresó, era un “bocho” púrpura, se estacionó a unos 15 metros de nosotros, bajó un tipo algo encorvado pero con actitud jovial, cabello castaño y de piel muy blanca que brillaba junto a su playera de verde chillante gracias a los rayos del sol que todavía dejaban sentirse, un short café y chanclas negras, cuidaba de dos perros, uno negro y otro blanco. Estuvieron un rato platicando, mientras Axel se terminaba su “churro”.
Seguimos con nuestra plática hasta que llegó de nuevo, nos dijo que no era de acá, que era de Tonalá, Jalisco, le ofrecimos una cerveza estrella haciendo alusión a su estado, la tomó con gusto y pidió un cigarro pero de tabaco esta vez. Nos contó que su tío le había hecho los tatuajes, que era el mejor de Tonalá y que tenía su negocio muy conocido, lo nombró pero no recuerdo, mostró unos más en cada muñeca  y otro en que se dibujaba la cara de una mujer en la pierna del mismo lado justo debajo de la pantorrilla. Yo seguía bebiendo hasta que llegó por mi lado derecho el acompañante de Axel.
Era un viejo que fácil le pegaba a los 60 años, pero con actitud de joven, saludó a todos y se presentó como “Coyote”.
Hablaba muy poco español lo advirtió desde que se presentó, le pregunté de dónde era, me dijo que de Seattle, intercambiamos algunas percepciones sobre “Los Marineros” e Ichiro, estábamos de acuerdo en eso. En su oreja izquierda colgaba un arete, pero lo que llamó más mi atención fueron las cicatrices que se anteponían a sus orejas y unas más que se escondía atrás de ellas, supuse que eran de alguna cirugía plástica para quitarse años de la cara, en la primera oportunidad y sin que se diera cuenta comparé su cuerpo con sus facciones y efectivamente no coincidían lo que fortaleció mi idea de la cirugía.
Antes de que “el gringo” se acercara a nosotros Axel nos advirtió que venía con aquél gringo, que estaba medio loco, “yo creo que ese viejo en sus tiempos era bien jeringa” nos dijo al mismo tiempo que hacía una seña simulando inyectarse sobre la vena del brazo izquierdo.
Lo vi demasiado tranquilo, su playera escondía unos tatuajes arrugados sobre el brazo derecho, no tuve idea de qué fueran ni se lo pregunté, lo observaba detenidamente y luego volteaba a ver al jovencito que ya enseñaba los ojos rojos a consecuencia de la mota. El gringo me dijo que no hablaba mucho español y que el otro no hablaba nada de inglés que me imaginara como batallaban.
 Me pareció de lo más extraño, ¿qué hacían juntos un mexicano de 20 años sin hablar inglés y un gringo jubilado que apenas estaba aprendiendo el español?
Me contó que lo conoció en Jalisco, a través de unos amigos, el chavo se la pasaba en la calle bajo los efectos que produce el trozo de tela impregnada de thinner al inhalarla constantemente. Su madre algo loca y su padre un alcohólico que no se ocupaba de él, ¿qué iba a hacer al ver algo así? me dijo, lo invité para que se alejara de esa vida y aquí lo tienes conmigo al tiempo que hacía una mueca que expresaba que no había alternativa para los jóvenes como él. Para esos momentos “coyote” ya había aceptado una cerveza, tomaba poco dijo.
Las cervezas empezaban escasear como suele suceder cuando los momentos lucen más interesantes, por lo que empezamos a organizar otra tanda, sacamos cuentas y no alcanzaba, le preguntamos al gringo que si quería tomar más y si era posible cooperar, tengo 36 pesos me dijo con el acento gracioso de los gringos cuando hablan español, es lo único que me dejó la policía que me detuvo en la carretera.
Los mismos policías nos habían detenido una hora antes por exceso de velocidad, pero más que prevenir están al acecho, escondidos justo pasando una curva, nos pidieron los papeles, todo en regla, resultaron conocidos, es la ventaja de vivir en ciudades pequeñas, pero al gringo le bajaron 160 pesos por ir demasiado rápido. “Viva la México” me dijo cuando me platicó sobre la corrupción, sobre la facilidad con la que evades una infracción a diferencia de su país, donde conducir sin licencia de manejo implica hasta encarcelamiento, por eso el gringo esta feliz de vivir en México.
Me contó que le han gustado los lugares que ha visitado y que aún le quedan más por visitar pero que por el momento necesita juntar dinero, no le alcanza con la pensión que recibe, en el próximo ciclo escolar dará clases de inglés.
En el regreso se ven los murciélagos dejando su cueva en busca de alimento, se mueven como una mancha gris en el cielo dejando un olor a tortilla perdida, atrás quedan coyote y Axel, dos personas en las que se reflejan culturas distintas derivadas de países cercanos pero inmensamente diferentes y esa diferencia es palpable en el gringo jubilado que busca la redención a través de mejorar las condiciones del jovencito mexicano que encontró en Jalisco víctima de el desprecio social por parte de quienes ostentan el poder ya no en el nivel federal, hoy en cualquier nivel y como él hay miles que siguen en las calles en la espera de un coyote que los lleve a conocer lugares como este, en los que la tranquilidad de la playa contrasta con las oscuras calles de Tonalá, en los que a cambio de “nada” puedan respirar la libertad.
Atrás también queda tu amor, el que me hizo tanto daño, hundido para siempre, y ¡¿sabes?! Hoy ya no eres mi amor, ya no te amo más, mis letras ya no serán para ti, mis pensamientos volarán como lo hacían antes de que llegaras, tus ojos dejaran de brillar porque ya no serán el reflejo del amor que te tenía, mi sonrisa no se mostrará más ante ti.
 ¡Hoy soy libre!

Coyote

Llegó el calor a la ciudad y junto a éste el inicio de nuestras visitas de principio de semana a la playa. Acostumbramos ir los lunes por la tarde, cuando baja un poco el sol y la gente prefiere quedarse en casa y sólo algunos con una resaca encima deciden pagarle visita al balneario. “El tibiri” sale de la escuela y llama “a la casa”.
No llevamos comida ni visitamos restaurantes, nos vamos con la barriga llena y el corazón aunque con grietas va contento, a la hielera le acompaña unas morenas gordas que sudan al ritmo de los candentes rayos del astro rey y cuando hay dinero unas blancas modelos nos hacen más ligero el viaje y si la plata fue bastante, alguna botana estilo ceviche o camarones ahogados.
Con música que va desde el pop, rock, punk rock, cumbia, balada, cumbia rock y todos esos géneros y subgéneros que se combinan para filtrarse a la realidad igual que los géneros de los seres humanos en los que parece que naciese uno por cada vuelta que la luna le da a  la Tierra, llegamos al lugar en donde huele a playa, en donde el camino se torna azul y quedan atrás las tierras salitrosas y el pueblo que refleja pobreza, que pareciera estar estancado, donde el tiempo no avanza pero el sol no se detiene y oculta dentro de sus hogares a los pocos pobladores que se niegan a abandonar su tierra, cerca de ahí filmó unas escenas María Félix “la Doña” diva del cine nacional y alguna telenovela de Telemundo realizó grabaciones por esos rumbos, tal vez sea ese el orgullo del pueblo y por eso se niegan a mudarse, a buscar sitios mejores con más oportunidades, pero quién se las podría dar.
El camino es escoltado por aguas tranquilas y cerros que se pintan verdes en temporada de lluvias, subidas, bajadas, curvas, rectas, recuerdo cuando durábamos horas en llegar a la playa, cuando todo era tierra y las filas de los vehículos pareciera no avanzar nunca, éramos unos niños que mirábamos el mar como el lugar ideal para divertirnos y nos ponía de mal humor tener que esperar tanto tiempo, pero esta vez la carretera luce sola, alguno que otro carro se visualiza a los lejos, unos que van y otros que regresan, la atmósfera luce perfecta; viento costero, sol cayendo pero que aún mantiene la fuerza que nos recuerda que es capaz de quemarnos la piel, música de fondo y un trago de mi última cerveza estrella.
En el lugar de siempre algunos pescadores por recreación lanzan el hilo al agua para ver su suerte, saben que no llevarán grandes piezas esa tarde, pero se quedarán para echar “carrilla”. Mas adelante la cueva de los murciélagos, no se ve ni uno sólo, saldrán mas tarde a buscar alimento. El puente nos dice que hemos llegado, en el puente viejo el de madera, más pescadores tiran la cuerda.
Miro al mar buscando tu mirada pero no la encuentro, existe sólo tu recuerdo que dejaste como huellas en la arena, esa que alguna vez sostuvo tus pisadas y hoy está para detener mis pies delgados. El viento sopla y le pregunto por ti como si pudiera darme una respuesta exacta, sólo me susurra que esos días no volverán pronto.
El coche se ha detenido pero la música sigue tocando, las cervezas cada vez más frías pero ahora con el riesgo de que se calienten en un abrir y cerrar de ojos lo que nos obliga a tomarla un poco más de prisa. No pierdo mucho tiempo y después de un par de tragos decido ir a nadar.
Alguna vez el mar fue cómplice de travesuras infantiles, hoy vengo en busca de él para enterrar tu recuerdo y encontrar la paz que necesita mi alma. Volteo al cielo y veo el verdadero azul que le da vida al mar, miro a la distancia por mi lado izquierdo y encuentro un grupo de montañas que me saludan y al mismo tiempo se compadecen de mi dolor, en el otro extremo el horizonte mismo donde el cielo y el mar se juntan, ahí hasta donde alguna vez juré amarte, a mis espaldas la arena de nuevo, pero esta vez no hay huellas.
Escogí al mar para olvidarte porque él es capaz de llevarse nuestros dolores, por ahí escuché que alivia todos los males como si fuera remedio casero, pero lo que en verdad creo es que si existe algo a lo que le tengo respeto y cariño es a este inmenso ser que no deja de moverse nunca, tal vez eso debí haber hecho, no dejar de moverme nunca, no aprisionarme en tus caricias ni en tus besos, ni cegarme con tus ojos, pero si el mar mismo se enamora por qué no habría de hacerlo yo también, aunque más que enamorarse tal vez sea el escenario perfecto para los actos más románticos, donde las montañas se juran amor eterno y permanecen juntas la una con la otra por lo largo de los siglos, donde los marineros descubren el verdadero amor a través de sus largos viajes en altamar, donde se guardan las miradas de las mujeres enamoradas que esperan el retorno de su amado. Pero es posible que el mar se enamore del cielo y que por cada ola que naciese fuera como si quisiera alcanzarle pero no puede y aunque por las noches luchará con más fuerza se resigna al amor que le tiene la fina arena, la misma que lo sostiene día y noche sin pedirle nada a cambio.
Grité al cielo suplicando una respuesta, miré al fondo del mar haciéndome mil preguntas, no podía mas que sonreír, queriéndote odiar pero él no me dejó, me sostuvo de pie y cuando el agua parecía más serena me derrumbó de un solo golpe. Me paré de nueva cuenta sonriéndole al sol, al cielo tan lejano y me recosté de nuevo sobre las olas que se mueven como si quisieran que nadie entrara en sus terrenos, pero no, es generoso y por eso le pedí que se llevara mi sufrimiento y lo hizo.
Le agradecí por esperarme tanto tiempo, estaba seguro que sólo él podía arrancarte de mi corazón, no pude llorar porque el mar no acepta más lágrimas, sólo sonrisas y así fue, se llevó el amor que aún guardaba dentro de mi ser, lo convirtió en arena, se fue hasta el fondo del océano y algún día se moverá en contra de la corriente pero esta vez convertido en sirena. Por eso cuentan que las sirenas les roban el alma a los marineros, porque son los amores que nos hicieron daño, los que maduraron pero les llegó el tiempo de pudrirse, pobre de aquél que la encuentre, será tan infeliz como lo fui yo en estos últimos días.
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viernes, 13 de mayo de 2011

Perales sin bigote

Coincidimos cuatro meses después del último encuentro, se miraba triste, cansado y delgado, unas sombras negras debajo de sus ojos anunciaban la falta de sueño y lo que llamó más mi atención es que no llevaba bigote.
Me contó que por fin se había armado de valor para declarársele a “rosa” sin lograr éxito, la chava lo mandó a volar en segundos, tomó la segunda opción, la de fantasear y ser feliz, pero una tarde la miró de la mano con un hombre que supuso era su novio, los vio sonriendo tontamente como lo hacen los enamorados, a Perales se le partió el corazón.
Dejó el trabajo, apenas comía y pasaba todas las tardes caminando por las calles grises de la ciudad, unas veces en el sur y otras en el norte, otras en el oriente y otras más por el poniente, comía poco y olía mal, sentí lástima por él como no la había sentido antes, pensé que vendrían sus reclamos hacia mí, pero no lo hizo, estaba confundido no entendía, había hecho todo lo que le dije y no funcionó. Le di algo de dinero y esta vez no le sugerí nada, solo le di un abrazo de despedida.
Pobre Perales, era tan feliz con la vida que llevaba, no tenía nada pero no se daba cuenta de eso y cuando despertó de su sueño murió en vida y todo por mi culpa…pero si lo tenía todo y yo se lo quité, estaba enamorado, el amor perfecto, sin sufrimiento, sin engaños, sin decepciones y yo le cambié todo, se engañó, sufrió y se decepcionó de la mujer pulcra que había creado sólo para él…
Pasé meses sin saber de su existencia, lo buscaba en cada vagón del metro, en las entradas y las salidas, cada sucursal bancaria me recordaba su nombre y cada mujer solitaria que caminaba por las calles su amor. Nunca la conocí y sólo la imaginaba, la construía en las sombras delgadas de las universitarias que tomaban la ruta a C.U. en los jardines que adornaban las plazuelas cercanas al centro de la ciudad, en el aroma del café recién hecho en las tardes de otoño, buscaba a “rosa” en el universo de la nada, la buscaba para encontrar a Perales, donde estaba ella estaría él.
Dos años después cuando me di por vencido y no lo busqué más apareció.
Bajé las escaleras rumbo a los andenes como era costumbre, me consideraba a mi mismo como parte del folclore que ofrece a los turistas el transporte colectivo, era un complemento del mismo o es probable que aquella maquinaria sea una añadidura a nuestras historias que escribimos todos los días, comenzaba por entender menos la realidad que me rodeaba. Llegué hasta el expendio de periódicos y revistas y ahí estaba en los que tienen las notas amarillistas…”hombre solitario gana la lotería” bajo el encabezado la foto de Perales con una sonrisa forzada por el momento… ¡Pinche Perales se sacó la lotería!...
Me dio gusto, le llegó el dinero a manos llenas lo que creí suficiente para curar todas sus heridas, hallaría una casa nueva lejos del recuerdo de “rosa”, se compraría ropa nueva y de mejor gusto y lo que me parecía mejor encontraría a una mujer que le haría olvidar a la que “lo abandonó”, aliviaría mi culpa. Me equivoqué.
Como el promedio de las personas que se ganan la lotería se gastó el dinero en tres años, tiempo en el que no fue posible verlo sólo intercambiar un par de llamadas; la primera para felicitarlo y la segunda para ponernos de acuerdo y vernos algún día.
Supe que lo primero que hizo cuando cobró el premio fue comprarse un auto lujoso último modelo, llegó a la casa de “rosa” y la invitó  pasear, esta lo rechazó una vez mas y él se fue. Regresó pero ahora acompañado de siete mujerzuelas que había recogido en la zona de tolerancia todas con exceso de peso y maquillaje, sonó el claxon para que su amada saliera por la ventana y lo consiguió sentenciándole: “¡no necesito de tu amor teniendo estas siete bellezas, tengo todo el dinero del mundo y podré olvidarte rodeado de placer traidora!”  
Se metió en conflictos económicos con las secretarías del gobierno que le quitaron buena parte de su fortuna, su madre murió, compró una casa nueva sin deshacerse de la anterior, sufrió un accidente automovilístico que lo dejó sin el brazo derecho, se dejó crecer de nuevo el bigote pero ahora con barba, se cambiaba cada tres días de ropa alternando entre un par de pantalones y un par de camisas.
Lo miré por la alameda dándole de comer a las aves que se atiborran frente a las bancas, no pude llegar a saludarle siempre había alguna cosa absurda a la que le daba prioridad y él quedaba para después. 
La última vez que lo vi en persona tenía el cabello muy largo y caía sobre sus hombros enredándose con sus barbas de color grisáceo, su mirada lucía perdida como si buscara al amor de su vida en cada nube que se asomaba entre los grandes árboles.
Una tarde de verano en las que camino más de lo común para evitar el calor infernal de los vagones del metro donde se combinan los aromas de la pasión, el cansancio y la impotencia llegué a un puesto de periódicos, compré el de siempre y esta vez si me llevé uno deportivo para observar a detalle en la comodidad de mi departamento las edecanes que trae en la página central.
No tenía otra opción que tomar el metro para recorrer seis estaciones, si tenía que elegir entre viajar en microbús y sortear el tráfico de esa hora o soportar el sauna en el que se convierte el metro prefería la segunda opción, total sólo sería para llegar a mi destino, el regreso podría hacerlo sin prisas.
Metí el periódico en mi mochila para leerlo más tarde no sin antes darle una hojeada a los encabezados, debía estar enterado de las noticias principales que se publicaban más tarde me enteraría  de las que no se publican, después de llevarme el último a mi boca tiré la bolsa de chocolates en el contenedor de basura que está justo en la entrada del metro. En mi mano derecha llevaba una botella de agua que contenía medio litro de lo que se convertía en agua bendita en aquellas horas, en la otra mano la correa de mi mochila que guardaba todos los documentos que entregaría mas tarde.
Pasé el cacahuate ubicado en el centro de la pequeña esfera de chocolate con un trago fresco y revitalizante, me sentía en anuncio de televisión donde el modelo está entre cascadas después de tomar la bebida rodeado de hermosas modelos que visten poca ropa dejando ver sus encantos pero tapando aquellos que están prohibidos en horario de familia, abrí los ojos justo cuando pasaba frente a una señora que vendía revistas y periódicos, no pensaba detenerme ya había hecho mis compras pero el encabezado que leí me dejó helado…”Hombre descabellado se quita la vida”… “otro más que salta del puente” “salió por la puerta fácil” en los tres la imagen de Perales…. ¡En la madre!
Tomé uno y corrí a un lugar menos transitado dentro de la estación, me senté en el suelo y leí la nota….hombre en el abandono decidió quitarse la vida…encontraron dos cartas en su bolso…esta es la foto del individuo si es usted familiar o conoce a alguno favor de reportarse con las autoridades…
En qué momento se pierde la razón por un amor no correspondido, cuáles son los límites de la realidad, somos dueños de nuestra felicidad o dependemos de alguien mas para vivir felices. Muchas veces creí que dependía de nosotros darle buena cara al mundo, pero después de conocerlo me sembró la duda. Creo que los caminos por los que transitamos diario son decorados por las amistades que construimos alejadas de las enemistades edificadas, colocamos como fondo los cuadros pintados por los amores y los manchados por los desamores quedan abandonados en el sótano de la memoria con el riesgo latente de que regresen en cualquier momento de la vida. En papel tapiz de nuestra posada luce el reflejo de las sonrisas de nuestras familias que brota una y otra vez cada que se desgasta negándose a desaparecer de la razón.
La primera carta era para Rosa, la segunda para mí. Cuando todavía estaba lúcido depositó en mi cuenta bancaria parte de su fortuna, después de todo su especialidad eran las sucursales y debió haber tenido acceso a mi cuenta con algún conocido.
Subí las escaleras que me regresaban a la ciudad, respiré profundo esperanzado de conseguir una bocanada de aire fresco del poco que le queda a la ciudad, caminé hasta una farmacia y pedí unos chocolates, pagué con un billete de cincuenta pesos, mientras esperaba el cambio entraron un par de jóvenes con pantalones a la cadera y blusa escotada dejando ver un par de tetas firmes cada una, me regalaron un sonrisa e intercambiaron otra entre ellas algo apenadas. Salí de la farmacia en dirección al centro.
 Mientras llega el momento en el que pierda la razón como Perales seguiré buscando el amor en cada esquina, en cada café, en cada farmacia, en cada estación del metro, en cada vagón y en las escaleras que me regresan a las calles transitadas por cuerpos apresurados pero sin un rumbo propio. Porque para mí el amor está ahí, en cada cadera, en cada par de tetas, en un par de ojos, en una sonrisa, en unas manos delgadas; cambiando de sitio cada vez que nosotros nos movemos de un lugar a otro. 

sábado, 7 de mayo de 2011

¿Cuántos años tienes Perales?...treinta y seis.

Hicimos costumbre vernos cada semana en algún punto de la ciudad, lugares caros lugares baratos, nos enviábamos mensajes de texto para saber en que dirección podríamos encontrarnos ya que los dos andábamos en la calle.
No hacía otra cosa que hablarme de su trabajo, me aprendí de memoria el nombre de sus clientes principales, los que visitaba cada semana como cortesía según él, de mi trabajo entendía poco y sólo se reservaba a asentar con su cabeza -como madre de familia en junta escolar- cada que le hablaba de los cobros que yo hacía.
Un sábado llegamos al café “La consola”, eran las cuatro de la tarde, Perales había terminado su turno y yo andaba por esos rumbos luego de visitar a un amigo que acababan de operar de la apéndice, así que decidimos vernos ahí. Un lugar donde todas las mesas están en el exterior, adentro únicamente se ordena y se pasa a los baños, cómodo para tomar café con amigos o con tu pareja, por las tardes el tenue sol que se escapa entre las grandes construcciones hace más placentero el momento.
Perales, ¡háblame de “el amor de tu vida”!
Es lo mejor que tengo, lo único por lo que vale la pena vivir….lo interrumpí –perales ¡¿cómo que es lo único por lo que vale la pena vivir?! ¡No chingues! Ninguna vieja óyeme bien, ninguna vieja merece ser lo único por lo que hay que vivir, ¿te queda claro?.... Tu porque no estas enamorado como yo por eso dices eso me contestó…No perales si me he enamorado y cabrón, pero no estoy de acuerdo con embrutecerme a tal medida por una vieja… cuéntame de ella le dije.
Todos los días le veo pasar frente a mí, camina ligera como el viento, apenas y toca el asfalto con la punta de sus pies, frágil como las plumas que se elevan con la más mínima brisa, hermosa como las flores de mayo, ¡eso es ella! una flor que quisiera arrancar del jardín de la vida, ¡pero no me atrevo! tengo miedo, miedo de no poder mantenerla con vida dentro de mi morada y es que como las flores necesita agua para no perder su encanto y no me creo capaz de ofrecerle cristales finos colmados de complaciente líquido.
Por eso mejor la veo pasar, delgada como el bambú, imagino su cuerpo abrazado al mío pidiéndome caricias y sus finos labios rosas ordenándome besarlos. Espero algún día poder iluminarme con el brillo de sus ojos, albergar en mi alma su sonrisa angelical, esa que le regala a los niños en la calle, ¡pero no está!, me separa un abismo, tristemente lo digo; el precipicio del miedo.
¡Quisiera saber qué oculta debajo de esa cabellera negra que hace que mi lengua se paralice cuando quiero darle mi oratoria! ¡Mi cuerpo tiembla y mis manos sudan!, como si se apoderara de lo que algún día fue mío; el alma, y es que ya no es mi alma ya le pertenece a ella. Pero se que llegará el momento en que le pueda ver a la cara y declararle esto que siento, así sin más tomarla de las manos y recostarnos en coloridos jardines iluminados por el sol…
Perales estaba jodidamente enamorado de una chava con la que ni siquiera había cruzado palabra, el asunto era peor de lo que imaginaba.
No podía hacer gracia de su situación, era demasiado ingenuo para burlarme de él, vestía camisa de cuadros con mangas largas, pantalones sostenidos por tirantes sobrepasaban su ombligo intentando cubrir una acrecentada barriga, calcetines que nunca iban a tono y zapatos cafés manchados por las calles sucias de la ciudad. Cabello negro retorcido recortado por los lados donde apenas se asomaban unas canas, no usaba patillas ni siquiera las que van incluidas con el corte, bigote negro-el bigote nunca me lo he quitado ni siquiera cuando me tomé las fotos para la cartilla militar pudieron hacer que me lo quitara- decía orgulloso… ¿cómo le habrá ido en su servicio militar? porque seguramente los militares tuvieron la fortuna de tenerlo como carne para sus burlas…
¿Cómo es posible que alguien esté enamorado de una persona con la que no tiene contacto? Tal vez y perales tiene una ventaja enorme viviendo en una fantasía donde no habrá dolor, engaños, decepciones….
¿Por qué nunca le has hablado? Porque me da miedo. ¿Miedo a qué? No se.
Te recomiendo que te armes de valor y la próxima vez que pase frente a ti le declares tu amor, la invites primero a tomar algo, y ya que creaste una atmosfera adecuada le  dices todo lo que sientes, si no acepta tu invitación, ahí mismo la tomas de la mano y abres tu corazón como si fueras un pinche poeta. ¡Ah! Una cosa más ¡Quítate ese pinche bigote!
No se cual fue la razón por la que creía que lo iba a hacer, el tipo es un tarado que reduce sus conversaciones a asuntos laborales... ¿cómo puede alguien conquistar a una persona hablándole todo el tiempo de rosita, de López, de la máquina copiadora?…
Cuando subí al tercer vagón del metro encontré un asiento vacío que ocupe luego de ganarle la carrera de dos pasos y medio a un joven con uniforme de enfermero, seguramente regresa de cubrir su turno en la clínica esperanza que es la mas cercana. Todo mi camino fue adornado por imágenes de gente que se enamora de desconocidos…pero todos nos enamoramos de desconocidos, ¿o nos enamoramos cuando los conocemos? pero ¿qué pasa con aquellos que después de conocerse resultó que no eran el uno para el otro? ¿Qué será lo ideal, enamorarse luego de conocerse o enamorarse al primer cruce de miradas?...
¿Cómo te fue? Bien.
El asunto se tornó mas peligroso, Perales comenzaba a inventar historias en la que él mismo creía y lo peor era que empezaba a habitar en su propio mundo.
Es maravilloso dormir con ella todas las noches agotados de hacer el amor como dos locos enamorados, despertar por las mañanas con un beso, abrir los ojos y que sea ella lo primero que veo en el día, nos bañamos juntos después de entregarnos a los placeres del cuerpo y entre burbujas de jabón de nueva cuenta nos poseemos el uno al otro siendo víctimas de la pasión. Desayunamos y me despide con un beso, me dice que esperará mi llegada recostada en la cama lista para ser mía una vez más.
Evidentemente no te le declaraste…No, me dio miedo me dijo apenado.
Me confesó que yo era la única persona con la que podía hablar de su “amor” ni siquiera a sus compañeros del trabajo les contaba, no tenía amigos sólo yo, en eso coincidíamos yo también tenía pocos amigos.
Dentro de sus confesiones me dijo que tenía 16 años sin tener sexo… ¿cómo se puede durar tanto tiempo sin acostarse con alguien?...menos mal llegué a pensar que nunca en su vida había conocido el placer de la carne.
Tuvo una novia a los diecisiete cuando entró a la prepa, entró grande dice porque su mamá no lo dejaba seguir estudiando, duró tres años con ella aguantando los dolores abdominales que produce el deseo reprimido, hasta que una tarde ella llegó a la casa de él, entraron hasta su habitación, cerraron con llave y ella hizo el resto. Después de un noviazgo de un año con sexo incluido ella conoció a un músico en la universidad, abandonó al pobre de Perales.
Duró cinco años con una foto donde salen abrazados paseando en la feria de la ciudad colocada en su mueble de noche. La olvidó hasta que conoció a Rosa, la mujer de la que habla tanto y dice estar enamorado, no sabe su nombre verdadero pero él la bautizó con el nombre de “rosa”.
Los últimos días nuestros encuentros eran menos frecuentes, esta vez me fui más temprano de lo habitual, proponiéndole de nuevo que encarara a su amor, que no perdía nada, que lo peor sería un no y volvería a su fantasía donde era plenamente feliz.
Tome la ruta del metro que cruza del oriente al poniente de la ciudad, iba cansado rumbo a los vagones, apenas escuchaba los gritos distorsionados de los vendedores y las pláticas inútiles bajo tierra, me detuve en un puesto de periódicos, tuve que esquivar encabezados con tinta roja en los que se leía “iba a la fiesta ahora va a su funeral” o “le quiso ganar al tren y lo pagó con sangre” para encontrar uno más interesante por el que pagué diez pesos sin dejar de hojear aquellos que muestran cuerpos desnudos sin ser de la línea del erotismo…¡En la madre Perales se está volviendo loco!...
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jueves, 5 de mayo de 2011

Perales

Conocí a Perales por esas casualidades que nos tiene preparadas el destino; me lo topé en el metro como topar a diario a miles de personas más, él salía mientras yo intentaba entrar.
Estábamos a 14 ºC  pero mi cuerpo sentía como si estuviéramos a menos dos grados, además caía una ligera brisa sobre mi nariz que la hacía lucir como si tuviera catarro, llevaba la cabeza cubierta con un gorro pequeño casi ajustado al cráneo, bufanda gris y guantes negros, una chamarra oscura donde ocultaba las manos del exterior cubría mi camiseta azul marino con un estampado de los “Sex Pistols”, pantalón gris y tenis cafés.  
Baje las escaleras para dirigirme a la taquilla donde expenden los boletos del metro, compré dos; uno para la ida y otro para el regreso, no acostumbro a comprar por mayoreo y menos usar tarjeta, algo que lamento cuando tengo que hacer esas interminables filas a la hora pico. Pagué con una moneda de diez pesos, mientras esperaba el cambio imaginé los lugares a donde iría ese trozo de metal, de dónde venía y a dónde iba; de mano en mano el dinero no distingue clases sociales sólo ayuda a construirlas, está con ricos y con pobres aunque sea más el tiempo en que acompaña a los primeros. 
Caminé hasta los andenes mientras observaba el abanico cultural que ofrecen las estaciones del centro histórico: “gringos” despistados con sus diccionarios baratos en mano intentando traducir los letreros de advertencia, obreros y oficinistas que visten distinto pero tienen el mismo porte; bajitos con cabello corto y muy lacio, poco bello facial y ojos achinados, ligero abultamiento de vientre que los hace ver gordos por su corta estatura, piel morena manchada por la contaminación contrastan con los europeos rubios de cabello ondulado y largas barbas que hacen juego con el azul de sus ojos, llevan mochila de excursionista en sus espaldas.
Las mujeres al trabajo de oficina con su respectivo traje que esconde sus diminutas y en algunos casos escasas curvas femeninas, cabello corto para no entretenerse en peinarlo y sin maquillaje en la cara, ya habrá tiempo para hacerlo dentro del vagón, por otro lado las extranjeras con pantalones cortos que dejan ver las pantorrillas adornadas por las marcas de la última acampada, blusas que muestran que no les importa el uso del sostén provocando la excitación de los más jóvenes, los que van a la universidad vistiéndose “pandrosos” como una forma de decirle al gobierno que no están de acuerdo con sus políticas neoliberales enredados en la tela del desorden que llevan los temas de economía política, los que pueden con barbas aparentemente descuidadas pero que en la intimidad de su alcoba alinearon cada vello y cada cabello para darle la apariencia de descuido, melenas largas como símbolo de rebeldía, de metalero, otros con dreadlocks para estar a la par de los extranjeros.
Y en el suelo niños con sus rostros manchados por la inocencia acompañan a señoras con vejez prematura que desconocen los programas de planificación familiar mientras visten harapos intentando vender golosinas a precio de remate.
El ruido que anuncia la llegada del siguiente tren interrumpió el intercambio de miradas entre una joven mujer que se perdió en el tumulto y yo que caminé hasta la puerta del vagón, sin prisa sabiendo que no alcanzaría a entrar si no lo hacía a la fuerza, algo dentro de mí me dice que el próximo no vendrá tan lleno.
Cuando entró el último pasajero salió como botón de camisa de gordo, dejando caer un portafolio verde que se abrió al momento de impactarse contra el piso lo que provocó que toda la papelería que llevaba dentro volara por los aires como las plumas cuando se sacude un gallinero. Y es que no hay otra manera de describir la gracia que me causó desde el primer día que lo conocí.
Le ayudé a levantar aquel desastre de hojas, pude ver que unas llevaban sellos de sucursales bancarias, otras más marañas de tinta asemejando firmas importantes, solicitudes en blanco, cv con su fotografía, bolígrafos baratos imitación de mont blanc, lápices y borradores entre otras cosas que no distinguí.
Nos pusimos de pié y me agradeció, y es que no es fácil que en estos tiempos alguien te eche la mano, todos andan de prisa y con mal humor me dijo, no saben disfrutar la vida, yo siempre la disfruto con una sonrisa, me ofreció su mano y se presentó; Perales mucho gusto amigo…
Cuando me dijo amigo pensé que era una mera expresión sin imaginar que a pesar de su personalidad presa de las burlas iba a congeniar con el  parco ermitaño y poco tolerante que llevo dentro de mí.
Después del apretón de manos me dijo una serie de cosas que no recuerdo, seguramente una sarta de pendejadas, yo estaba entretenido buscando a la joven de mirada coqueta de hace unos minutos, no la encontré y volví con Perales.
Luego de preguntarme si llevaba prisa me invitó a tomar un café como muestra de agradecimiento de lo que había hecho por él… ¡pero qué chingados hice no le salvé la vida a nadie sólo le ayude a levantar su portafolio!… Por razones que aún no entiendo acepté, total no llevaba prisa ni compromiso, mi rumbo era la casa de una vieja que me andaba parchando y quería contentarla luego de una escena de celos de ambos.
Yo pedí un chocolate caliente para el frío, él pidió café con leche, nada más. Me dijo que era su hora de descanso, se dedicaba a cobrar deudas de la gente con los bancos o algo así, que tenía un sueldo de dos mil pesos al mes pero lo que realmente le dejaba eran las comisiones por cobro y venta de no se que chingados, no le estaba poniendo mucha atención, más bien estaba saboreando el dulce chocolate mientras miraba descaradamente el culo de una morena que pasaba frente al lugar hablando por su móvil… ¡no hay nada mejor que un buen par de nalgas, las tetas tienen lo suyo pero unas nalgas son otra cosa!...
¡¿Qué carajos haces en un lugar ganando dos mil pesos al mes?!...como si estuviera escuchando mis pensamientos me sorprendió diciéndome: pensarás que gano muy poco y que es una friega la que me pongo visitando clientes y posibles clientes, pero no te puedes quejar cuando tienes la posibilidad de conocer a mucha gente…¡gente que te manda a la chingada y se da de topes cada vez que te ve llegar a su casa!… además tengo que ayudarle a mi madre con los gastos de la casa... ¡que sorpresa! a tu edad y viviendo con tu madre
El rato con Perales -salvo el chocolate caliente- fue una pérdida de tiempo, no dejó de hablar de clientes y cuentas bancarias, de bonos por puntualidad y comisiones por ventas, se abstraía del mundo creándose uno propio en el que todo giraba en torno a su trabajo, ni siquiera hablaba de sus compañeros, dudo que lo trataran con respeto.
Pasó una hora cuando me decidí a levantarme de la mesa ¡Perales tengo que irme hay una nalga que consentir! le dije en un tono presuntuoso, suerte yo más tarde iré a declarármele al amor de mi vida me dijo. No pude creer lo que escuchaba el tipo estaba enamorado y tenia el valor de declarársele a una chava, estuve a punto de sentarme de nuevo pero mi compromiso no me lo permitió, ya no era la chava con la que andaba sino un trabajo que tenía que entregar a unas personas del gobierno. Me despedí después que le hice la invitación para vernos la siguiente semana incitándole que me pusiera al tanto de su cita romántica.
Tomé mi chamarra y salí del lugar rumbo a la estación del metro más cercana, mientras caminaba registraba el número de Perales en mi teléfono móvil al mismo tiempo que se me escapaba una sonrisa al recordar a aquel personaje tan pintoresco… ¡Perales!... me perdí entre las tiendas improvisadas de la acera y el caminar de la gente que producen las grandes ciudades.
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sábado, 30 de abril de 2011

El anonimato triste de Don Joaquín

Todos los días le miraba pasar en punto de las cinco de la tarde, puntual como el caminar de su reloj desconsolado que esconde bajo su mano vieja, arrugada, cadavérica, manchada por los amores que se fueron y aún le esperan en el balcón de la inmortalidad.
Anda a paso lento como si contara los segundos que le quedan en este mundo, pareciera que por cada paso que da un recuerdo retumbara en su memoria y sonríe, le sonríe a la vida que le muestra el vestíbulo del hogar que ha de llevarlo a la habitación del descanso eterno. 
Viste por el sólo hecho de hacerlo, ya no va a la moda o la moda ya no va a él, pantalón gris, zapato negro siempre limpio, camiseta interior para soportar el desgastante sol de verano y un sombrero corto que se aferra a cubrir los caminos que ha dejado el tiempo.
Dieciséis pasos recorre desde el momento en que gira sobre la avenida hasta que pasa frente a mí y es ahí en donde empiezo a cuestionarme sobre su vida, sus años, sus romances, sus logros y derrotas, es cuando mi mente traza las incógnitas de aquel viejo que camina todas las tardes con un rumbo fijo pero a la vez sin sentido.
Al verle me doy cuenta de que el destino final es el mismo para todos, un cuerpo desgastado por el ir y venir de nuestras necedades que nos enmarañan la existencia, el lento andar; cansados de buscar y de interpretar las verdades a medias que se nos dibujaron en la frente y que sólo fueron vistas a través de los espejos que esperan ya sin vida, ya rotos con un reflejo distorsionado incapaz de revelarnos tal como somos o probablemente sea la discapacidad de aceptarnos en la decadencia.
Pudo haber sido testigo como padre de familia de los movimientos estudiantiles reprimidos por el Estado, vio cómo se derrumbó el muro que dividía a la razón esperanzado de que lo mismo sucediese en todas partes del mundo, debió haber perdido su hogar en el Gran terremoto que sacudió a la ciudad entera. Se sorprendió de las nuevas enfermedades que azotaban a aquellos que no seguían las reglas tradicionales, no entendió las apariencias en las nuevas generaciones, fue testigo del cambio de gobierno en el país algo que jamás imaginó. Se enamoró de la jovencita de la familia adinerada, es probable que se la haya “robado”, procreo hijos, se separó porque nunca pudo ser aceptado en la casa de su novia, se volvió a enamorar ya no con la misma fuerza que antes, buscó con quien pasar los últimos días de su vida y la encontró pero no contempló que ella se iría primero y lo dejaría de nueva cuenta llorando un amor, pero esta vez un amor viejo.

La vida de El viejo se evapora lentamente como si el calor se lo llevara consigo, por cada día es una arruga más, por cada arruga una historia más que me imagino. Lo contemplo desde mi banca mientras fumo un cigarro, estoy en tratamiento para dejarlo, cada día es menos, probablemente él nunca fumó o no se le arraigó el vicio, de haber sido así no se miraría tan sano para su edad o tal vez nunca haya dejado de hacerlo, he conocido de ancianos que fuman y no tienen problema alguno y también de quien ha dejado de hacerlo y comienzan a enfermar, espero yo no ser el segundo caso.
Tal vez me equivoco y las historias que vivió sean totalmente diferentes, que nunca se enteró de los movimientos sociales en el mundo, de las enfermedades de fin de siglo, que nunca se haya enamorado de aquella joven y que menos haya sido abandonado, es posible que su vida sólo fue en el campo, que su eterno amor fue la tierra, la siembra, el ganado y que con ellos hubiese contemplado las puestas del sol, el frio amanecer de noviembre, los atardeceres rojizos de verano y que las estrellas hayan sido testigos de su romance con la luna desvanecido por los fuertes vientos que sólo se pueden disfrutar en el campo, en lo despoblado, y que por accidente llegó a la ciudad.
Sí, es probable que así haya sido, que el campo le otorgó otra realidad, distinta a la que enfrentamos todos los días en el asfalto, una vida de felicidad contemplada en su relación hombre-naturaleza, esa felicidad que se disfruta cuando sentimos la libertad plena. Y puede ser que no conozca más allá de eso, pero a él no le importa, porque ¿qué puede ser más subjetivo que la vida misma?
Es jueves y estoy sentado en la misma banca de hace dos días, recién enciendo un cigarrillo mientras miro que el reloj marca las cinco en punto, no tarda en pasar el viejo. Cinco con diez y comienzo a preocuparme lo que me lleva a encender el segundo cigarrillo de la tarde, él nunca se retrasa. Dieron las seis de la tarde y no pasó.
La siguiente semana estoy puntual ya no con un cigarrillo en mis labios ahora bebo una taza de café negro para calmar los nervios, miro el reloj queriendo que el tiempo no pase demasiado rápido pero no puedo detenerlo y una vez mas me dice que el viejo no pasará, son las seis con diez y nada, el viejo ya no pasó.
Una semana después me entero de que lo que le daba vida a mis tardes soleadas era aquel hombre que pasaba todos los días frente a mí y que su vida que un día imagine triste y repleta de cuadros empolvados era lo que le daba sentido a la banca que me acompañaba por esos instantes antes de regresar a mi alcoba vacía que intento llenar con mis pensamientos, escoltado por aquellos hombres tan amables que visten largas batas blancas.
Hasta que aparezca de nuevo con su lento andar, con su sombrero corto y su reloj empuñado en su mano derecha, ahí quedará la banca vacía que lo miraba pasar todos los días en punto de las cinco de la tarde.

viernes, 29 de abril de 2011

La Reina de la ruta 10


Vale por un pasaje, primera clase. Cuando leo esa leyenda en mi boleto de autobús me encierran una serie de dudas, banales todas ellas pero una vez repetidas son capaces de hacer que escape el paranoico que llevo dentro, ¿esto es primera clase? ¿Habrá segunda clase? ¿Cuánto será el costo de una segunda clase? ¿Por qué se dividiría en clases un autobús urbano si todos los que lo tomamos somos parte de una misma? ¿algún día veré en mi autobús una señora de las lomas?.... en un costado sobre una ventanilla en mal estado… el boleto ampara el seguro del viajero… qué seguridad me puede brindar un autobús en ese estado, ventanillas incompletas que dejan entrar el fuerte viento otoñal que podría ser el preámbulo de una historia de amor pero que en esta ocasión sólo refleja el exceso de velocidad con el que el conductor se dirige, no quiere llegar “quemado” seguramente. 
La primera parada de la ruta es en geranios y calle 12, baja un grupo de estudiantes, a chiflidos logran hacer que el conductor abra la puerta trasera, apenas y abre, la corriente que genera o tal vez las líneas que permiten la apertura y cierre se encuentran en mal estado como la mayor parte de la unidad. Sube una corpulenta señora de edad madura, nunca entendí porque hay edades maduras, un cincuentón le calculo, tal vez sean menos, pero su excesiva gordura hace que aparente mas, una papada que alcanza a formar una segunda cara, enormes trozos de grasa en su estómago que dan forma a dos pares de tetas mas uno debajo del otro sucesivamente, se toma del primer barandal disponible dejando ver un tremendo brazo con “ala de murciélago” llamado así por los ególatras y necesitados de atención que pasan horas en gimnasios, ella no necesita atención, mas bien le sobra, deja caer su enorme trasero sobre el primer asiento de la columna derecha, cedido por un joven caballeroso que porta una serie de papeles en sus manos y usa ropa “de vestir”, viste muy mal, pero para él es su mejor presentación, para verte bien no necesitas gastar mucho dinero, con vestuario barato y sabiendo combinar puedes lucir como rey, a mi nunca me ha gustado usar ese tipo de ropa, ni zapatos, los uso porque mi trabajo me lo demanda, y el peinado, la goma dejo de usarse hace años, seguramente regresa a su casa agotado de repartir curriculums en uno y otro negocio…¿curriculums? o ¿curricula?...
¡Pero que culo tan grande tiene esta señora! en qué momento transformó su cuerpo de esa manera, siempre he pensado que la gente es gorda porque quiere. ¿Por dónde diablos podré escapar de este autobús en caso de incendio? Con una puerta trasera en mal estado y una señora gorda tapando la única salida disponible terminaré calcinado, confío en esa salida porque siempre permanece abierta, no lleva puerta que proteja a los pasajeros que van de pie en la hora pico, la hora del tráfico, afortunadamente casi nunca me toca. Ni pensar en salidas de emergencia, las ventanillas son tan pequeñas que aún rompiendo los cristales quedaríamos atrapados entre los marcos, ¡carajo! ¡Estoy atrapado en una bomba de tiempo!
Segunda parada, Bienestar y calle 15, para mi fortuna baja la señora regordeta, mi respiración regresa a su normalidad, no para ella que con bastante esfuerzo logra bajar los tres escalones que separan el autobús del asfalto, lleva un par de bolsas de supermercado, sólo alcanzo a leer Tiendas… por su color son de  Tiendas Más, un supermercado de mala fama situado en el centro viejo de la ciudad, dicen que es barato porque los productos están a punto de descomposición, no me consta nunca he ido ahí, yo siempre hago mis compras en el abarrote de mi colonia, no como mis vecinos que no dejan de visitar los supercitos rápidos que se han propagado como la peste por toda la ciudad haciendo tronar a los tenderos.
¡Pero que señora más floja! sólo fueron dos calles las que recorrió en autobús, reafirma mi idea de que esta gorda porque quiere. No sube nadie, el chofer continua el camino ambientando con un fondo musical, lo mismo suenan canciones de Conjunto primavera que canciones norteñas, se las sabe todas, se escucha “quiéreme como soy”, interpreta El Sable, un tipo que no solamente desentona, además es horrible, lo miré por accidente en la televisión en un programa musical, de esos que pasan los sábados por la tarde en el canal local, en esa ocasión usaba botas, sombrero, pantalón wrangler y camisa de seda con un estampado en la espalda de un gallo colorado, no se mucho de moda vaquera pero a simple vista parecía que sólo el pantalón era de marca, es del sur, como muchos otros se quedó en la ciudad gracias a sus intentos fallidos de cruzar para “el otro lado”, no se cómo adquirió esos gustos que no le van nada bien.  
Antes de llegar a la siguiente parada el chofer avienta un par de madrazos a igual número de conductores que según él se le atravesaron, nos mira por el retrovisor quejándose… ¡que pendeja es la gente para manejar, qué no ven que me estoy cambiando de carril! En respuesta sólo se escuchan algunos claxons, la verdad es que no es conveniente meterse con los choferes ni de esta ni de ninguna otra ruta del sur de la ciudad. 
A punto de llegar a la siguiente parada anticipo un arribo de pasajeros suficientemente grande que me hará encoger aún más las piernas en esos diminutos asientos, el tipo de los curriculums se cambia de asiento una vez mas, en total somos cinco, en el asiento final, el “de hasta ‘tras” una tercia de cholos, cholos viejos que adoptaron la moda casi desde su nacimiento, serán cuando mucho segunda generación de cholos, de esos cholos buen pedo, de los que ya tienen una vida tranquila junto a un trabajo estable, con familia y casa, seguramente tatuados hasta la madre, solo alcanzo a ver letras que salen por sus cuellos como si quisieran trepar hasta sus caras, llevan sudaderas y sus clásicos “caquis”, calzan nike cortés, negros con el logo en blanco, solo uno usa barba, “de candado” por supuesto, los otros dos son lampiños, el cabello corto echado hacia atrás, con muy poca goma, algo discreto no como el de los curriculums, en sus manos cada uno lleva un mandil, tal vez sean panaderos, o tortilleros, o algún otro oficio que pudieron aprender en el reclusorio de la ciudad.
¿Por qué a los cholos les gusta sentarse atrás? ¿Será que piensan retomar sus vidas pasadas y viniendo desde atrás nos toman desprevenidos a todos? Por si o por no mejor me siento de lado, así tengo visión hacia ambos lados del microbús y mi espalda queda resguardada por las ventanillas, justo delante de la única que esta obscura.
Tercera parada. El micro se llena, calle 18 y Madero, es la parada en la que mas gente sube, como si algo dentro de mí me hubiese prevenido haciendo que me sentara de lado, mi asiento de junto es el único que queda vacío, ah! y el de los cholos, el de atrás.
Frente a mi una mujer joven, de 25 a 30 años, cabello rubio dejando ver sus raíces negras, ondulado, de largo apenas y supera sus hombros, usa unos enormes lentes de sol, tapan la mitad de su rostro, dejando ver unas mejillas un tanto redondas y grandes contrastando con su boca pequeña, labios delgados y muy rojos. Una chamarra que parecía no ser de su talla me impedía mirar su cuerpo, no me pierdo de mucho, no deja de hablar por su móvil, discute y cuelga, suena de nuevo, un regueton interrumpido, discute una vez mas, cortante vuelve a colgar, marca y ya mas relajada habla con quien parece ser su amiga, no escucho muy bien, solo quejarse del microbús y de los que vamos en él…
¡pinche vieja mamona pues si no quiere subirse que se compre un coche o se consiga a un vato con uno, pinche vieja, la clásica fashion de camión!... 
Yo tengo mi carrito pero solo lo uso los fines de semana, me lo compré en el otro lado, es un oldsmobile 98, lo tengo enterito, la semana entrante le compro unos rines chingones, tiene sus detallitos pero poco a poco los voy sacando… 
Me acomodo en el asiento mirando hacia el frente, con el único disponible junto a mí, que buena suerte tengo me cae, en el asiento delantero una mamá joven, con su bebé en brazos, tendrá algunos dos meses de nacido, se ve arrugadito y muy velludo, sacará al papá, ¡que bonitos son los bebés!... comienza a llorar inconsolable sólo la madre sabe lo que le pasa…¡ya valió madres!... los niños pierden el encanto al primer llanto, nunca sabes lo que quieren. Aunque no logro verle el rostro completo me doy cuenta que es una mujer muy guapa, una madre joven como muchas de por aquí, no aparenta ser madre soltera, mas bien se ve descansada y disfrutando de su hijo, es hambre lo que tiene el bebé, saca un voluptuoso y un poco rasgado pecho izquierdo de su blusa y lo coloca justo en la boca de la criatura… ¡no mames que buena teta tiene esta doña! Pero que pinche puerco soy es una mamá dándole de comer… ¿y si la gente me ve que estoy morboseando con su teta? Nel mejor me volteo para otro lado…pero es que… 
Le gano la batalla a la tentación y dirijo mi vista hacia El Toledo, un barrio viejo, fundado por las primeras familias que llegaron a la ciudad, invadieron, se quedaron y tuvieron sus hijos, nunca prosperó, al contrario un barrio que refleja la pobreza del lado sur, dicen que de ahí salió el Baudel, un narco que esta preso en Estados Unidos, ni siquiera él ayudo a que mejorara la situación de los suyos, al contrario, siempre se avergonzó e inventó su propia historia, que nació en el otro lado, que sus papas se cruzaron y lo tuvieron allá, no es cierto yo conozco su historia, pero nunca hablo de eso con nadie, no me gusta, no soy como los que presumen que conocen a fulano o zutano, delincuentes todos ellos, no yo no, yo calladito, así evito broncas.
El micro hace una parada inesperada para el resto de los viajeros, no para mí que todos los días viajo en esta ruta y uno que otro que me encuentro de vez en cuando. Es en La Sonora, una calle que cruza gran parte de la ciudad, inicia desde los burdeles, pasa por el centro nuevo hasta llegar a los grandes edificios de la gente de dinero, atraviesa también la zona turística, por ahí esta “El Hooligans” un bar famoso porque ahí toco este guitarrista negro muy conocido que murió de sobredosis como muchos de su época, también tocó un cuarteto de jóvenes de Inglaterra, dicen que eran mejores que los Beatles pero que cayeron en las drogas y nunca se pudieron reponer, eran de Birmingham. Algunas veces visito el lugar, escuchar música y algunas cervezas, nada de socializar.
Por estos rumbos de La Sonora quedan los burdeles. Un alto total y sube ella, he esperado no solo toda la ruta desde que aborde, sino toda una semana para verla de nuevo, me invaden los nervios, mi respiración se agita y mis manos comienzan a sudar, volteo a ver de nuevo el pecho de la señora a punto de guardarlo, ya no me interesa, ensordezco por un segundo, regreso a la escena y ahí esta, tan esperada. 
Cabello rojo y corto rebasando sólo por centímetros sus orejas que dejan caer dos grandes pendientes que aunque sean de segunda contribuyen a disminuir el tamaño de su cara, sus rasgos algo toscos pero bellos, unos labios carnosos y muy delineados, no tan rojos como la chava del móvil, nariz recta y grande, no aguileña sólo recta, con su respectiva caída por el paso de los años, prominentes pómulos no porque sean grandes su cara es demasiada delgada, ojos grandes, café claro, adornados por unas enormes pestañas postizas, haciéndolos lucir por demás hermosos pero que reflejan una mirada triste, perdida, sin coraje, resignada.  
Una mujer alta, delgada pero de huesos gruesos, siempre viste cuello de tortuga, un chaleco que deja ver una blusa blanca entallada que forma una cintura provocativa unida a unas caderas pequeñas, piernas largas y delgadas, viste un pantalón cualquiera. Una sonrisa al chofer es el pago de su pasaje, es conocida por todos los que manejan esta ruta, camina y va justo al asiento que esta vacío… ¡chingada madre se va  a sentar junto a mi que pinches nervios qué hago, por qué chingados me senté de lado que mala suerte!... Y ahí está ella, sentada junto a mí.
Huele a canela, un ligero apenas perceptible olor a tabaco, pero es más fuerte su olor a canela. Apenas y puedo verle la tengo a mi lado, sería muy obvio si volteara, lo hago, luce unas manos largas, huesos que sobresalen a su piel, uñas muy largas, decoradas con vivos rojos y verdes,  pedrería de fantasía en cada una, algunas quince o menos, veo su rostro, sus ojos me miran… ¡chingado ya me torció!... sonríe, no es como la sonrisa con la que pagó su pasaje, es distinta, no es coqueta, es una sonrisa de agradecimiento, como si me agradeciera que la estuviera viendo, y es que no la veo con morbo, la veo con admiración, con encanto, eso es, como si su belleza tuviera un encanto mágico que me transforma, no me convierte en piedra, mas bien es como si mi alma abandonara mi cuerpo que sigue sentado justo en la mitad de un microbús de la Ruta 10 a un lado de la mujer más hermosa que jamás haya visto, no me doy tiempo para fantasear eso lo hago en mi departamento, por hoy sólo quiero mirarle, pero sin que se de cuenta, sin que se note.
Varias paradas más junto al subir y bajar de gente que pasa desapercibida es tiempo de que mi Bella donna baje de su carroza y se dirija a su monumental castillo de algodón construido por el amor de este plebeyo que no hace más que verle pasear por los grandes jardines decorados por la ilusión de que algún día caminará junto a él tomados de la mano y al final se entregarán en cuerpo y alma mediante un beso apasionado. 
La verdad es que no soy para nada letrado eso de la escuela no se me dio mucho, pero cada que la veo recuerdo las películas de antes, no recuerdo los nombres de los actores ni las actrices, pero eso me recuerda ella, la actriz bien vestida, con vestidos largos y peinados de reinas que habitan lujosas mansiones, con chofer, mayordomos, con damas de compañía, una belleza de película, y yo me siento incapaz de conquistarle, como un mendigo, como Resortes o Cantinflas, así… de barrio.
De manera elegante baja cada uno de los escalones, manteniendo su figura, con facilidad, no como la señora regordeta de hace un rato, ¡cuanta diferencia! lento, uno a uno, sensual, deja su olor a canela por donde pasa, va por el suelo bamboleando sus caderas, calza unos tacones altos que le forman un culo hermoso, delgado como toda ella, hermosa. Sobre su hombro derecho cuelga su bolso mientras enciende un cigarro, guarda el encendedor, su mano izquierda sostiene el tabaco, un “malboro rojo” sigue caminando y desaparece a la distancia trazada por el microbús, ahí va mi gran amor, ahí va La Reina de la Ruta 10.
El ruidoso motor del microbús con fondo musical de chico ché cantando “entonces que mami” y un malhumorado “dame chance mai” soltado de un tipo chaparro pero con voz de Barry White que me pide espacio en el asiento de a lado me regresan a mi cruda y minúscula realidad. Para entonces mi boleto ya se encuentra hecho un diminuto rollo humedecido por los nervios, sosteniéndome de los tubos oxidados que sirven como agarraderas me pongo de pie, asomándome a la calle para divisar mi última parada camino hacia la puerta trasera.
¡Bajan!