martes, 28 de junio de 2011

Al final sólo quería un abrazo

El calor que provocan las verdades no se compara con el intenso sol de verano donde las nubes se esconden vanidosas detrás de él sólo para vernos rogar por unas gotas de fresca lluvia, de la misma forma en que lo hacemos por aquellos besos lejanos y los abrazos apagados como candilejas callejeras cuando la noche se ha ido.
El silencio es cruel pero los gritos son aterradores por eso es mejor callar y dejar de pensar, pero, ¡¿hasta cuando?! Cuando la memoria selle los pozos de la traición en donde quedaron ahogadas las ilusiones y los propósitos, cuando el recuerdo se desvanezca como la piel dándole paso a los huesos, ¡pero más rápido! pues tanto tiempo mi cuerpo no lo soportaría, hasta entonces, seré libre.
Nos encontramos aquél viernes de julio, teníamos un par de meses sin vernos, era una de esas personas que consideramos amigas pero que hasta hace poco empezamos a conocerles en el fondo y nos damos cuenta de que comenzamos a apreciarles más. Era una tarde de verano frente al monumento erguido en la memoria de Benito Juárez, era el café Ralo, cruzado de piernas, recargado en el respaldo de la silla donde me sentaba casi con la parte baja de la espalda, mientras con mis dedos pulgar e índice de mi mano derecha acariciaba suavemente el aza de mi taza como si buscara las respuestas en esa actividad al mismo tiempo que mi mirada se perdía en el cielo contemplando el vuelo de las aves, con mi otra mano encendía una y otra vez mi encendedor.
Llegó de sorpresa, me bajó del vuelo en el que me encontraba junto al grupo de pájaros, me puse de pie para recibirla y la invité a tomar algo, aceptó, iba pasando por ahí y no tenía planes el resto del día, además le dio tanto gusto de verme que casi se podía evitar la invitación.
Platicamos de nuestras actividades, le comenté que aún continuaba escribiendo en el periódico y tenía algunas clases en la universidad del estado, ganaba buen dinero y contaba con suficiente tiempo libre para pasear, además recién terminaban las clases por lo que estaba planeando irme de vacaciones, a medias pues tenía el compromiso del periódico pero era algo que podía resolverlo a larga distancia.
Me contó que tenía mucho trabajo, que no se la acababa, la presión del posgrado y los alumnos de la universidad donde daba clases la tenían cansadísima, cuatro años más y me retiro me dijo, me gusta lo que hago pero no es lo mío no es lo que quería de esta vida, ¿sabes? Mi sueño era ser ama de casa, tener muchos hijos y pasármela en mi casa cocinando para todos, en la tranquilidad del campo, ese era mi sueño ¿tu crees?
Admito que me sorprendió escucharla, era buena en lo que hacía, como si le apasionara, en efecto le gustaba pero no creo que le apasionara, lo que ella buscaba era otra cosa y lo conseguiría. Me di cuenta que para lo que a unas personas son los sueños de toda su vida y luchan hasta el cansancio para conseguirlos, para otras es totalmente lo contrario, se encuentran en situaciones por casualidad, casi por accidente y cuando los sueños son en apariencia sencillos tanto que ni siquiera nos podemos dar cuenta que es lo que se busca en la vida no le damos el valor merecido.
Me alegró tanto escuchar aquello, una vida sin mayor preocupación que la de cuidar hijos, procurar su sano desarrollo en el seno familiar y en la sociedad. ¿Y los tuyos? Me dijo.
Otra vez me sorprendió, no sabía la respuesta o tal vez no la recordaba, en ¿qué momento perdí mi camino? Mis sueños se acabaron le dije, se fueron y hoy me queda el día a día dentro de las aulas y en la tinta. No puede ser, me retó, tú un joven idealista que quería cambiar el mundo, al que le apasionaban las letras, el cine y donde veía injusticias en cualquier rincón de la ciudad que te motivaban a buscar la verdad y liberar de las desgracias a los marginados ¿hoy sin sueños?...perdóname pero no te creo.
Tienes razón, pero envejecemos y nos conformamos, necesitamos dinero para comer, para viajar, ya no podemos andar con el cabello largo y de rait por las carreteras sin saber si comemos o no, necesitamos estabilidad económica, un lugar que nos de tranquilidad y un empleo que nos de de comer… ¿y una compañera? Me dijo.
La encontré y la perdí y sinceramente no tengo fuerzas para levantarme le dije. Antes de que llegaras observaba el vuelo de los pájaros, me preguntaba como es que no caen súbitamente y se golpean contra el suelo, creo saberlo, ellos planean la subida, cada movimiento de sus alas es instintivamente planeado (si es que eso es posible en los animales) sienten el aire, saben a donde van, vuelan en grupos y cuando quieren bajar observan en donde aterrizarán, por eso no caen de golpe, porque todo corresponde a una planeación.
Y yo cuando volaba, cuando soñaba lo hacía sin planear, sin mirar más allá de mis posibilidades, me ilusionaba en todo y con todos, los golpes fueron fuertes, las caídas fueron duras, dolieron, me levanté pero ya no para volar, sino caminar en la tierra firme, encontré el par de trabajos con los que cuento y aquí me tienes…
La plática siguió hasta las nueve de la noche hora en que recibió una llamada en su teléfono celular, se despidió de mí rápidamente, salió casi corriendo quedamos en hablarnos luego para visitar a un amigo en común… ¡Hasta pronto!
Me quedé sólo, pensando en lo que era de mi vida, preguntándome quién era yo y si lo que hacia era realmente lo que quería en mi vida, siempre me ha gustado escribir, pero definitivamente no hacía lo que yo había soñado. Después de años de noviazgos de juventud encontré a quien creía era la mujer de mi vida, la ame con todas mis fuerzas tanto que se me acabaron y no he podido amar a alguien más. Me di cuenta que mi amiga y yo compartíamos un poco de ese sueño, el de formar una familia, hijos una madre con ganas de educarlos sin descuidar su desarrollo profesional, un padre haciendo lo mismo educando hijos mientras se desarrolla profesionalmente.
Llegará el día en que vuele de nuevo, pero antes debo de andar por el desierto en el que me encuentro, resolviendo acertijos que se escriben en la arena para poder pasar el siguiente nivel sobre las dunas, arropándome con mis propios brazos en las noches heladas en donde se congelan mis pensamientos y despertar con los potentes rayos del sol cayendo sobre mi frente que suda a raudales como si mi alma intentara ahogar el dolor que se esconde y se aferra al corazón.
Saldré de este desierto, lo abandonaré y me regocijaré en las frescas aguas del mar y no es que el camino sea largo sino que la tormenta es densa y el tiempo camina lento.
Y al final de nuestra charla… ¡Sólo quería un abrazo! 

jueves, 16 de junio de 2011

Carta a Yola

Miré tu silueta entrar por la madrugada y cuando quise hablarte ya te habías ido, por la mañana escuché tu voz en la cocina, me levanté de mi cama para darte los buenos días y no estabas, otro día mas la ilusión me jugaba una mala pasada.
Recorto los rostros de las personas que aparecen en los periódicos, lo hago todas las mañanas mientras me tomo el café, dejo de hacerlo cuando acumulo 45. Ya no fumo, ni le doy importancia a las noticias. Saco a pasear a “el negro”, tiene ocho meses esta enorme, ¿recuerdas que tú no lo querías? Cuando lo llevo por el parque la gente se le queda viendo, admirando lo bonito que es, lo suelto un poco, es muy educado no ladra ni muerde a nadie a menos que me ataque algún desconocido.
Me siento en las bancas para tomar el segundo café de la mañana, la gente pasa sudando por el trote matutino que los mantiene saludables, yo no puedo recuperarme de mi dolor de espalda, no puedo hacer ejercicio, quisiera pero no puedo. Las mañanas son frescas, ruidosas en esta parte de la ciudad, una sinfonía de motores de coches pisadas de entrenamiento y canto de las aves, y junto a mi oído el sorbo del café que me recuerda las mañanas en que caminábamos juntos por este parque saludando a vecinos y extraños que sonreían al mirarnos tan enamorados.
Regreso al departamento y ya casi es mediodía, hoy no iré a la oficina dejé a Gabriel encargado de mis pendientes, no tengo ánimos de escuchar a las demás personas, no quiero saber sus vidas, sólo la tuya, ¡saber qué haces y dónde estas! Pero eso no es posible lo sé, cambiaste tu número de teléfono, tu dirección de correo electrónico, cómo no vas a poder hacerlo si hasta cambiaste de lugar el amor que tenías en mí, porque hoy creo que el amor no desaparece sólo cambia de residencia, así de sencillo como llega se va, pero no para mí, o tal vez sea porque aún te veo a través de las ventanas y en los coches rojos que circulan en mis calles y es por eso que no pueda sacarte de mi corazón, o de mi mente, o de las dos partes, porque yo te amé con la razón y con el corazón.
Pediré una pizza, tú sabes que aunque me gusta la cocina cocino poco, además sólo lo hago cuando tengo invitados, no para mí. Eras mi invitada de honor todos los días, mañana tarde y noche, era un placer llevar hasta tu cama el desayuno, sorprenderte con los platillos de la tarde y aunque casi siempre cenábamos fuera, por las noches me satisfacía aislar tu cansancio con algo fresco y dulce como el preludio a las escenas más románticas de mi vida.    
Quedaron dos rebanadas, las guardaré para más tarde, son las tres de la tarde pasaré el tiempo navegando por los canales de televisión a través de mi control remoto, después de dos vueltas a todos los que están disponibles encuentro una serie de moda, todos en la oficina hablan de ella, la miro sólo para formar parte de la charla cuando se de el caso. No es la gran serie como la habían platicado, un tipo resolviendo casos policiacos mientras mantiene un romance en secreto con su superior, diálogos pretensiosos y algo predecibles, me quedé dormido.
Son las cinco con quince, me levanto, voy al baño, cepillo mis dientes y lavo mi cara, regreso a la cama, me recuesto y respiro hondo, miro el techo, miro el reloj, cinco con veinticinco minutos, es hora de salir a caminar un poco, pero antes la tercera taza de café del día. Su aroma me da nostalgia por las tardes en que charlábamos de todo en el balcón, tú sonreías por cada tontería mía, veíamos los coches pasar y nos imaginábamos a dónde iban, la tarde nos hacía el motivo del día, el clima era perfecto y lo adornábamos con un par de panes dulces. Te besaba en las mejillas cada vez que te descuidabas, mordía suavemente tus manos cuando me las dabas, una tarde tu piel blanca se tornó roja de la pena que sentiste cuando me puse de pie y empecé a gritarle a todas las personas que pasaban por ahí lo mucho que te quería… ¡Señor mire usted a esta hermosa mujer, estoy enamorado de ella, la amo! ¡Joven mire, ¿ve esta hermosura que tengo a mi lado?, es la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días! ¡Señora mire que guapa es mi mujer, estoy perdidamente enamorado de ella! Y así pude haber estado toda la tarde si no es porque me llevaste a jalones hasta la cama para hacerme el amor.
Salgo a caminar pero ya sin “el negro”, paso frente al café donde nos conocimos y me llevo uno para el camino, es fresco lo que resta del día, llevo camisa manga larga casual, tenis, pantalón tipo cargo, hace tres días que no me rasuro, mi barba se ve manchada de blanco sobre todo en el lado izquierdo de mi cara, me doy cuenta de esto porque recién pasé frente a la sucursal bancaria y pude ver mi reflejo en las ventanas que siempre lucen impecables. No llevo rumbo, sólo camino y respiro, sonrió cuando veo a las parejas con niños, siempre planeamos los nuestros, yo quería tres  y tú dos, pensábamos en los nombres y nos emocionaba imaginar como serían físicamente, yo quería que tuvieran tu nariz y tú mis ojos, yo tu color de piel y tu mi boca, la verdad es que si alguna vez iba a ser padre imaginaba a mis hijos con toda la belleza que escapaba de tus ojos, el brillo de tu sonrisa que iluminaba mis ratos tristes y el enigma que encerraba tu fino cuerpo al pasar frente a mí.  
Hasta el día de hoy no entiendo por qué te fuiste, me sigo haciendo esa pregunta todos los días, ya no guardo fotografías tuyas pero tu recuerdo se ha adherido a mi memoria, eres parte de lo que hace que mi mente funcione y que mi corazón no deje de latir. Qué fue lo que hice mal, aún no me lo puedo explicar ni encuentro a nadie que me lo pueda decir. Son las ocho de la noche y estoy sentado en la sala, tomándome el quinto y último café del día si es que no despierto por la madrugada sobresaltado por mirar de nueva cuenta tu cara junto a mí compartiendo la cama.
¡Te extraño como se extrañan las lluvias en la primavera!
¡Te extraño como se extrañan los días de playa en el invierno!
¡Te extraño como se extrañan las tardes de otoño cuando sucede el resto del año!
Pero ¡te extraño aún más como mi existencia te extraña!

lunes, 6 de junio de 2011

Coyote II

Caminé a través de la arena, la misma en la que alguna vez caminamos juntos, me dirigí hacia mis compañeros, sequé mi cuerpo como si me quitara una piel vieja que estaba dañada. Me cubrí del sol con la toalla y abrí una lata de cerveza ahora de modelo especial.
Platicábamos de cualquier cosa, escuchábamos el mar, buscábamos un rincón de arena mojada para no quemarnos los pies y festejábamos el inicio de nuestras visitas a la playa. Cuando menos esperábamos llegó hasta nosotros Axel.
Un jovencito de algunos 20 años cuando mucho, piel morena, mirada expresiva, cabello corto sólo el flequillo largo, no traía puesta playera lo que dejaba ver un par de tatuajes, un tigre en el pecho izquierdo y una calavera de la que se había escapado mas de una vez sobre el hombro del mismo lado, sólo vestía short por debajo de la cadera que dejaba ver un bóxer a cuadros verde. Nos pidió un cerillo, le ofrecimos un encendedor, lo aceptó y se puso casi de rodillas a un costado del coche para cubrirse del aire y encender su cigarro, cuando por fin lo hizo nos dio el tufo y nos advirtió que era mota como si no nos hubiésemos dado cuenta, nos ofreció pero no aceptamos, un día antes no habría poderlo hecho ya que el lugar estaría repleto de visitantes del estacionamiento de la playa que lo último que hacen es voltear a ver el mar y la puesta del sol, sólo se dedican a beber alcohol y escuchar música a todo volumen, luciendo sus coches ante la vista de las chavas que visten diminutos pantalones que dejan ver las curvas pronunciadas características de las mujeres de la región. 
Se retiró hacia el coche en el que había llegado el cuál se movía en dirección a la salida del lugar, pensamos que lo habían dejado pero al cabo de unos minutos regresó, era un “bocho” púrpura, se estacionó a unos 15 metros de nosotros, bajó un tipo algo encorvado pero con actitud jovial, cabello castaño y de piel muy blanca que brillaba junto a su playera de verde chillante gracias a los rayos del sol que todavía dejaban sentirse, un short café y chanclas negras, cuidaba de dos perros, uno negro y otro blanco. Estuvieron un rato platicando, mientras Axel se terminaba su “churro”.
Seguimos con nuestra plática hasta que llegó de nuevo, nos dijo que no era de acá, que era de Tonalá, Jalisco, le ofrecimos una cerveza estrella haciendo alusión a su estado, la tomó con gusto y pidió un cigarro pero de tabaco esta vez. Nos contó que su tío le había hecho los tatuajes, que era el mejor de Tonalá y que tenía su negocio muy conocido, lo nombró pero no recuerdo, mostró unos más en cada muñeca  y otro en que se dibujaba la cara de una mujer en la pierna del mismo lado justo debajo de la pantorrilla. Yo seguía bebiendo hasta que llegó por mi lado derecho el acompañante de Axel.
Era un viejo que fácil le pegaba a los 60 años, pero con actitud de joven, saludó a todos y se presentó como “Coyote”.
Hablaba muy poco español lo advirtió desde que se presentó, le pregunté de dónde era, me dijo que de Seattle, intercambiamos algunas percepciones sobre “Los Marineros” e Ichiro, estábamos de acuerdo en eso. En su oreja izquierda colgaba un arete, pero lo que llamó más mi atención fueron las cicatrices que se anteponían a sus orejas y unas más que se escondía atrás de ellas, supuse que eran de alguna cirugía plástica para quitarse años de la cara, en la primera oportunidad y sin que se diera cuenta comparé su cuerpo con sus facciones y efectivamente no coincidían lo que fortaleció mi idea de la cirugía.
Antes de que “el gringo” se acercara a nosotros Axel nos advirtió que venía con aquél gringo, que estaba medio loco, “yo creo que ese viejo en sus tiempos era bien jeringa” nos dijo al mismo tiempo que hacía una seña simulando inyectarse sobre la vena del brazo izquierdo.
Lo vi demasiado tranquilo, su playera escondía unos tatuajes arrugados sobre el brazo derecho, no tuve idea de qué fueran ni se lo pregunté, lo observaba detenidamente y luego volteaba a ver al jovencito que ya enseñaba los ojos rojos a consecuencia de la mota. El gringo me dijo que no hablaba mucho español y que el otro no hablaba nada de inglés que me imaginara como batallaban.
 Me pareció de lo más extraño, ¿qué hacían juntos un mexicano de 20 años sin hablar inglés y un gringo jubilado que apenas estaba aprendiendo el español?
Me contó que lo conoció en Jalisco, a través de unos amigos, el chavo se la pasaba en la calle bajo los efectos que produce el trozo de tela impregnada de thinner al inhalarla constantemente. Su madre algo loca y su padre un alcohólico que no se ocupaba de él, ¿qué iba a hacer al ver algo así? me dijo, lo invité para que se alejara de esa vida y aquí lo tienes conmigo al tiempo que hacía una mueca que expresaba que no había alternativa para los jóvenes como él. Para esos momentos “coyote” ya había aceptado una cerveza, tomaba poco dijo.
Las cervezas empezaban escasear como suele suceder cuando los momentos lucen más interesantes, por lo que empezamos a organizar otra tanda, sacamos cuentas y no alcanzaba, le preguntamos al gringo que si quería tomar más y si era posible cooperar, tengo 36 pesos me dijo con el acento gracioso de los gringos cuando hablan español, es lo único que me dejó la policía que me detuvo en la carretera.
Los mismos policías nos habían detenido una hora antes por exceso de velocidad, pero más que prevenir están al acecho, escondidos justo pasando una curva, nos pidieron los papeles, todo en regla, resultaron conocidos, es la ventaja de vivir en ciudades pequeñas, pero al gringo le bajaron 160 pesos por ir demasiado rápido. “Viva la México” me dijo cuando me platicó sobre la corrupción, sobre la facilidad con la que evades una infracción a diferencia de su país, donde conducir sin licencia de manejo implica hasta encarcelamiento, por eso el gringo esta feliz de vivir en México.
Me contó que le han gustado los lugares que ha visitado y que aún le quedan más por visitar pero que por el momento necesita juntar dinero, no le alcanza con la pensión que recibe, en el próximo ciclo escolar dará clases de inglés.
En el regreso se ven los murciélagos dejando su cueva en busca de alimento, se mueven como una mancha gris en el cielo dejando un olor a tortilla perdida, atrás quedan coyote y Axel, dos personas en las que se reflejan culturas distintas derivadas de países cercanos pero inmensamente diferentes y esa diferencia es palpable en el gringo jubilado que busca la redención a través de mejorar las condiciones del jovencito mexicano que encontró en Jalisco víctima de el desprecio social por parte de quienes ostentan el poder ya no en el nivel federal, hoy en cualquier nivel y como él hay miles que siguen en las calles en la espera de un coyote que los lleve a conocer lugares como este, en los que la tranquilidad de la playa contrasta con las oscuras calles de Tonalá, en los que a cambio de “nada” puedan respirar la libertad.
Atrás también queda tu amor, el que me hizo tanto daño, hundido para siempre, y ¡¿sabes?! Hoy ya no eres mi amor, ya no te amo más, mis letras ya no serán para ti, mis pensamientos volarán como lo hacían antes de que llegaras, tus ojos dejaran de brillar porque ya no serán el reflejo del amor que te tenía, mi sonrisa no se mostrará más ante ti.
 ¡Hoy soy libre!

Coyote

Llegó el calor a la ciudad y junto a éste el inicio de nuestras visitas de principio de semana a la playa. Acostumbramos ir los lunes por la tarde, cuando baja un poco el sol y la gente prefiere quedarse en casa y sólo algunos con una resaca encima deciden pagarle visita al balneario. “El tibiri” sale de la escuela y llama “a la casa”.
No llevamos comida ni visitamos restaurantes, nos vamos con la barriga llena y el corazón aunque con grietas va contento, a la hielera le acompaña unas morenas gordas que sudan al ritmo de los candentes rayos del astro rey y cuando hay dinero unas blancas modelos nos hacen más ligero el viaje y si la plata fue bastante, alguna botana estilo ceviche o camarones ahogados.
Con música que va desde el pop, rock, punk rock, cumbia, balada, cumbia rock y todos esos géneros y subgéneros que se combinan para filtrarse a la realidad igual que los géneros de los seres humanos en los que parece que naciese uno por cada vuelta que la luna le da a  la Tierra, llegamos al lugar en donde huele a playa, en donde el camino se torna azul y quedan atrás las tierras salitrosas y el pueblo que refleja pobreza, que pareciera estar estancado, donde el tiempo no avanza pero el sol no se detiene y oculta dentro de sus hogares a los pocos pobladores que se niegan a abandonar su tierra, cerca de ahí filmó unas escenas María Félix “la Doña” diva del cine nacional y alguna telenovela de Telemundo realizó grabaciones por esos rumbos, tal vez sea ese el orgullo del pueblo y por eso se niegan a mudarse, a buscar sitios mejores con más oportunidades, pero quién se las podría dar.
El camino es escoltado por aguas tranquilas y cerros que se pintan verdes en temporada de lluvias, subidas, bajadas, curvas, rectas, recuerdo cuando durábamos horas en llegar a la playa, cuando todo era tierra y las filas de los vehículos pareciera no avanzar nunca, éramos unos niños que mirábamos el mar como el lugar ideal para divertirnos y nos ponía de mal humor tener que esperar tanto tiempo, pero esta vez la carretera luce sola, alguno que otro carro se visualiza a los lejos, unos que van y otros que regresan, la atmósfera luce perfecta; viento costero, sol cayendo pero que aún mantiene la fuerza que nos recuerda que es capaz de quemarnos la piel, música de fondo y un trago de mi última cerveza estrella.
En el lugar de siempre algunos pescadores por recreación lanzan el hilo al agua para ver su suerte, saben que no llevarán grandes piezas esa tarde, pero se quedarán para echar “carrilla”. Mas adelante la cueva de los murciélagos, no se ve ni uno sólo, saldrán mas tarde a buscar alimento. El puente nos dice que hemos llegado, en el puente viejo el de madera, más pescadores tiran la cuerda.
Miro al mar buscando tu mirada pero no la encuentro, existe sólo tu recuerdo que dejaste como huellas en la arena, esa que alguna vez sostuvo tus pisadas y hoy está para detener mis pies delgados. El viento sopla y le pregunto por ti como si pudiera darme una respuesta exacta, sólo me susurra que esos días no volverán pronto.
El coche se ha detenido pero la música sigue tocando, las cervezas cada vez más frías pero ahora con el riesgo de que se calienten en un abrir y cerrar de ojos lo que nos obliga a tomarla un poco más de prisa. No pierdo mucho tiempo y después de un par de tragos decido ir a nadar.
Alguna vez el mar fue cómplice de travesuras infantiles, hoy vengo en busca de él para enterrar tu recuerdo y encontrar la paz que necesita mi alma. Volteo al cielo y veo el verdadero azul que le da vida al mar, miro a la distancia por mi lado izquierdo y encuentro un grupo de montañas que me saludan y al mismo tiempo se compadecen de mi dolor, en el otro extremo el horizonte mismo donde el cielo y el mar se juntan, ahí hasta donde alguna vez juré amarte, a mis espaldas la arena de nuevo, pero esta vez no hay huellas.
Escogí al mar para olvidarte porque él es capaz de llevarse nuestros dolores, por ahí escuché que alivia todos los males como si fuera remedio casero, pero lo que en verdad creo es que si existe algo a lo que le tengo respeto y cariño es a este inmenso ser que no deja de moverse nunca, tal vez eso debí haber hecho, no dejar de moverme nunca, no aprisionarme en tus caricias ni en tus besos, ni cegarme con tus ojos, pero si el mar mismo se enamora por qué no habría de hacerlo yo también, aunque más que enamorarse tal vez sea el escenario perfecto para los actos más románticos, donde las montañas se juran amor eterno y permanecen juntas la una con la otra por lo largo de los siglos, donde los marineros descubren el verdadero amor a través de sus largos viajes en altamar, donde se guardan las miradas de las mujeres enamoradas que esperan el retorno de su amado. Pero es posible que el mar se enamore del cielo y que por cada ola que naciese fuera como si quisiera alcanzarle pero no puede y aunque por las noches luchará con más fuerza se resigna al amor que le tiene la fina arena, la misma que lo sostiene día y noche sin pedirle nada a cambio.
Grité al cielo suplicando una respuesta, miré al fondo del mar haciéndome mil preguntas, no podía mas que sonreír, queriéndote odiar pero él no me dejó, me sostuvo de pie y cuando el agua parecía más serena me derrumbó de un solo golpe. Me paré de nueva cuenta sonriéndole al sol, al cielo tan lejano y me recosté de nuevo sobre las olas que se mueven como si quisieran que nadie entrara en sus terrenos, pero no, es generoso y por eso le pedí que se llevara mi sufrimiento y lo hizo.
Le agradecí por esperarme tanto tiempo, estaba seguro que sólo él podía arrancarte de mi corazón, no pude llorar porque el mar no acepta más lágrimas, sólo sonrisas y así fue, se llevó el amor que aún guardaba dentro de mi ser, lo convirtió en arena, se fue hasta el fondo del océano y algún día se moverá en contra de la corriente pero esta vez convertido en sirena. Por eso cuentan que las sirenas les roban el alma a los marineros, porque son los amores que nos hicieron daño, los que maduraron pero les llegó el tiempo de pudrirse, pobre de aquél que la encuentre, será tan infeliz como lo fui yo en estos últimos días.
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