domingo, 26 de mayo de 2013

LA GÜERA MORENA


-¿Dejarías que te la mamara un joto?
-no chingues, claro que no
-¿por qué no?
-¡cómo que por qué no! ¡Pues porque no!
-Sí, ¿por qué no?
-Porque no, no mames, es un joto, están feos
-Un joto joven, bonito, ojo claro
-No
-Una mamada nada más
-¡No!
-Un joto viejo, ya grande, mayor, puerco, puercazo
-¡Puta menos cabrón! Ni uno joven ni mucho menos uno viejo
-Un joto vestido de mujer. Joven, depilado en todas las partes donde se pueda depilar, rasgos finos, no tosco como la mayoría de los travestis
-¡Que asco no!
-Huele rico, a perfume de mujer, al parís Hilton, se ve como mujer, si lo miraras en la calle pensarías que es mujer, no te darías cuenta de que es un hombre hasta verlo desnudo en tu cama. Sin implantes.
-¡Puta en mi cama, cómo que en mi cama, no me lo llevaría a mi cama cabrón!
-Bueno en la cama de un hotel. Parece una vieja, huele a vieja, se mueve como una vieja, lo topaste en la calle, te sonrió y decidieron irse al hotel, así de fácil.
-Un acostón no ocurre así de fácil, se necesitan más elementos
-¿Como cuáles?
-No te vas a la cama con una vieja que te sonríe en la calle
-Joto vestido de mujer
-Lo que sea no te vas así de sencillo a la cama
-¿Qué tendría que ocurrir?
-No sé, le invitas un trago primero, platican, escuchan música y si conectan se hace el encontrón
-Entonces invitarías un trago, platicarías, bailarías y te cogieras a un joto
-No seas mamón, yo no dije eso
-Lo acabas de decir cabrón, que si te sonríe en la calle le invitas un trago y todo lo demás
-Si es vieja sí, yo nunca dije que si fuera un joto
-Yo siempre lo dije, es un joto, va vestido de mujer por la calle te sonríe… y tú armaste todo el pedo del trago y el baile
-Yo no dije que bailara
-Pero si tomar
-Si fuera vieja sí, yo pensaba en una mujer cuando te explicaba lo del trago, la plática, además nunca dije bailar, dije escuchar música, yo no bailo.
-Entonces, imagina que estás pedo, en un bar, no uno barato, uno clase mediera pretenciosa, llega un puto vestido de vieja, te invita un trago, te pone su mano en tus huevos, te los aprieta y te dice que los quiere chupar, pero además te ofrece una lana ¿te dejas?
-…
-¿Te dejas?
-Nel, no deja de ser puto
-Pero no se le nota cabrón, lo sabes porque yo te lo digo, se ve como una mujer, facciones frágiles, habla como mujer…
-Y ¿qué sería, sólo una mamada y ya?
-Sólo una mamada y ya
-¿Estaríamos encuerados?
-Si quieres tú sí, él no
-No, la neta no, para que te voy a mentir, no le entraría
-Cabrón, que tiene de malo, es una mamada nada más, es una boca, estoy de acuerdo con que cogerse a un puto sea diferente a darle a una vieja, pero ¿una mamada? ¿No es lo mismo?
-No, no es lo mismo, las viejas la maman bien rico
-No todas
-Las que me han tocado a mí sí, bueno algunas no tanto
-Lo ves. Son bocas, labios, que pedos tendrías si un joto te la chupa, es una mamada
-¿De ahí viene la expresión?
-¿Qué expresión?
-Lo de una mamada
-Lo ves, seguramente sí, es una mamada no tiene importancia, una mamada de un joto ¿qué te va a pasar?
-Me da mucho asco la verdad
-Pero tú no le vas hacer nada a él, sólo vas a dejar que te baje el pantalón y haga su chamba, es todo.
-Si estoy pedo y pedo es estar un punto antes de hasta la madre sin pasar todavía la pequeña línea que divide un buen palo de un gran fracaso, el puto parece vieja, maquillado y no se encuera chance y sí.
-¡A huevo!, si todos tenemos un pinche mayate dentro
-Pero la situación debe ser exactamente así como te la describo
-Como sea, dejarías… ¿Tendrías cargo de conciencia al día siguiente?
-¡Puta ya cabrón ¿por qué tanta pinche pregunta?!
-No, no, sólo por saber, saber si mi amigo sería capaz de dejar que un joto se la mamara. Gracias mi amor te encargo otras dos y un limoncito partido en cuartitos, así pedacitos chiquitos, como tu boquita, con sal corazón, gracias.
-Quién es esta vieja guey no la había visto.
-Es la Güera Morena, es su segunda semana aquí
-No la había visto
-Porque no habías venido guey. Gracias mami, ponte unas rolitas no, las que quieras.
-Mucha pinche familiaridad cabrón, si no te conociera diría que te la estás cogiendo
-Tú porque no vienes, te la pasas en puros pinches congales de mala muerte últimamente, si no llego por ti el lunes tremenda madriza te habrían puesto
-Ya andaba muy pedo.
-Trabajaba en La Cascada, ahí la conocí. Mira como camina, pon atención.
-….
-¿Qué ves de raro?
-Nada
-Mírala bien cabrón, a la altura de las nalgas
-No cabrón no le veo nada raro
-Esa vieja era coja, es la única vieja que se ha curado de una cojera
-Ah chingado, ¿qué tenía o qué?
-¡Le aplicaron mal una inyección intramuscular!
Tres monedas de cinco pesos fueron depositadas una a una en la rocola, el primer track que se accionó fue “Quítate la máscara” de Rigo Tovar y su costa azul, al interior del aparato se mostró una pequeña fotografía del cantante mostrando su torso desnudo y su mano derecha sobre la parte izquierda del pecho.
Quítate la máscara ven a gozar
Quítate la máscara ven a bailar
Quítate la máscara ven a cantar
Quítate la máscara ven a bailar
La máscara de amargura cámbiala por ternura….

La güera morena era una niña de raíces humildes como dicen que son los políticos cuando andan encampañados, hija única de un matrimonio donde su padre era veinte años mayor que su madre.
Su infancia la vivió como la mayor parte de los hijos de familias humildes de este país; de la chingada, en medio de una colonia con calles sin pavimento, rodeada por maleza que cada mañana amanecía con cenizas y fuego extinguiéndose, con parques recreativos en condiciones deplorables que sólo sirven para anidar mal vivientes escribirían los diarios locales y nacionales. Un barrio de vecinos ignorantes, sin educación, de ningún tipo, empleados de maquilas extranjeras que no pagan impuestos y otorgan sueldos miserables a cambio de doce horas de trabajo.
Sus juegos eran en la calle con amigas de mayor o menor edad que ella, en su barrio las generaciones convergían, jugaban con pelotas desinfladas, jugaban a la escolta usando un palo de escoba como portabandera, muestra de que el pinche nacionalismo cacaraqueado por el partido hegemónico llegaba a cualquier rincón del país, como prueba de que no había pueblo apartado del pensamiento revolucionario.
Su vida corría así sin más, sin sueños, no tenía ejemplos más que su madre, una morra treintona con apariencia de cuarenta, chonchita, de cabellos pintados de güero, con pinta de güera de rancho. Trabajaba en la maquila como todas las vecinas, su sueldo apenas le alcanzaba para mantener la casa y comprarle una que otra inyección al enfermo de su marido, cincuentón pero tan jodido que parecía de setenta, tenía diabetes.
Cuando sea grande voy a ser como mi madre, bien chambeadora, le voy a comprar una tele grandota y a colores para que vea a gusto la María Mercedes amá, decía la pobre niña inocente, no sabía todavía del par de telenovelas que más tarde integrarían la trilogía de las Marías de la primera actriz del país, desconocedora aún de que años después sería conocida como La Güera Morena mesera de La Cascada. La tele sí se la compró, pero ya cuando la gorda estaba a punto de morir, víctima de un mal puesto diría en sus últimas palabras.
El viejo se murió luego luego, de la diabetes, le cortaron una pierna y luego perdió la vista, a los días se le paró la máquina. La morra enviudó y como todavía se sentía con buenas carnes, decidió rejuntarse con un bato compañero de la maquila, después de guardar un año de luto.
Su nuevo marido experto en las artes amatorias le exigía una criatura como prueba de su amor, quería hacer familia, quería un varoncito para presumirlo entre sus amistades, cual trofeo ganado en una copa futbolera de barrio, quería un varón para que heredara del padre esa hombría que le había sido otorgada por los mismísimos dioses.
Hubo broncas, la gordis no podía embarazarse, se hizo pruebas, a solas, fue a visitar al ginecólogo para que le diera el diagnóstico de la falta de panza. El médico le hizo ver que ella era más fértil que una coneja, que el del pedo era su marido.
En ese momento se le vino el mundo encima, no sabía cómo enfrentar tal situación, cómo decirle a su amor que él era incapaz de procrear, cómo lo tomaría. No se equivocó, aquello fue una lluvia de objetos caseros quebrándose contra el piso terroso, aquél Mauricio Garcés de colonia maquiladora no podía concebir que sus güevitos estuvieran tan secos como caja chica de tesorero municipal.
Después de darle sus madrazos a la pequeña y fértil bodoquito, se tiró a la bebida, lo corrieron del trabajo, lo entambaron tres días por miar en la vía pública frente a una señora de alto linaje, se cagó en sus pantalones. Los gastos de la casa corrieron una vez más a cargo de la sufrida madre, el pinche destino cruel y culero le jugaba la misma mano de nuevo.
Esta difícil y extenuante situación llevó a la hija del hogar, cuando ya estaba en la secundaria, a trabajar embolsando los productos que la gente compraba en un supermercado que recién abrían por aquellos rumbos de la ciudad. La tienda no le daba un sueldo, así que sólo trabajaba a cambio de la propina que recibía de la gente de gran corazón y buenos sentimientos. Esta práctica fue tan efectiva para los gerentes de las tiendas que después involucraron a ancianos en el embolse, se convertían así en productores de caritas tiernas y miradas cansadas capaces de incorporarse al mercado laboral y los mantenían ocupados, mientras ellos se regocijaban con las ganancias producidas y la conciencia les quedaba tranquila pues estaban ayudando a un sector tan vulnerable como los ancianitos.
Ya en la secundaria le vino la primera menstruación, estaba dando el paso de niña a mujer, las tetas le comenzaron a crecer, las caderas a ensanchar y todo ese desmadre que lleva los cambios cuando el ser humano entra a la adolescencia.
Al puto desempleado y borracho del esposo de su madre se le antojó.

De hoy en ocho vida mía, entre tus brazos estaré
De hoy en ocho vida mía, con besos yo te cubriré
Esta corta y triste ausencia, por fin me hizo descubrir
Que necesito tu presencia, que ya no puedo estar sin ti
Uh vivo sólo….uh no sé qué hacer…que eres mi reina y mi tesoro…
Se escuchó en la rocola la voz de Franky Gámez de Los Apson, en la carátula que mostraba la máquina aparecían los cinco músicos de medio lado apoyados sobre sus respectivos instrumentos, sobre un fondo verdoso, vestidos con un saco gris, como título, en letras blancas, no hay amor… Los Apson.

Al barrio polvoriento con vientos primaverales de tres de la tarde, una hora en la que la mayor parte de los vecinos está trabajando y los menores no salen a la calle por respeto al calor de 38 grados a la sombra, llegaba trastabillando el alcohólico empedernido. A su paso golpeó un pequeño triciclo inservible con los fierros al rojo vivo, los escasos cables de luz eléctrica sostenían un par de zapato tenis arruinados y justo antes de entrar, un cuervo se apostó sobre el pequeño árbol de algodón que había en la entrada de la casa, cual pitonisa del trágico hecho que estaba a punto de ocurrir.  
Dentro de la casa en la sala, la menor hacía su tarea, pegada a un pequeño ventilador que sólo funcionaba en la velocidad número dos, gotas de sudor le escurrían por la frente mientras intentaba resolver raíces cuadradas, las sienes mojadas por el esfuerzo tratando de memorizar las capitales de los países del continente, en su cabeza se preguntaba para qué le serviría saber las capitales de Latinoamérica si ella nunca visitaría esas tierras tan lejanas, no lograba memorizar la biografía de Benito Juárez que copiaba de una pequeña estampita a su cuaderno Scribe, el sudor bajaba por su espalda por el gran esfuerzo que hacía al intentar aprenderse por orden de importancia los héroes que nos dieron patria.
A la puerta llegó el borracho de su padrastro, oliendo a cerveza, cigarro, orines y caca, todo junto.
El cuadro era como película de Luis Buñuel, actores reales en situaciones reales.
Después de anotar el número siete en su libreta, su padrastro murmuró, como lo hacen los borrachos, no se le entendió nada, como a los borrachos, la pequeña se asustó mucho, tomó su libreta y con ella se cubrió el pecho, como si fuera un escudo, el ebrio caminó hasta ella y le olió el cabello. Váyase, ya sabe que mi amá no lo quiere ver así, ni yo tampoco, le dijo armándose de valor.
La primera escena terminó con el cabrón encima de la niña después de un forcejeo, una cachetada en el inocente rostro y una inmovilidad a causa del terror.
Comenzó a besarle el cuello, las mejillas, olía su cabello y le decía –la gorda de tu madre no puede darme un hijo, pero tú si vas a poder verdad- la jovencita estaba en shock no podía moverse. Metió la mano bajo su falda del uniforme azul de segundo de secundaria y comenzó a bajarle sus pantaletas rosas, en ese momento entró en un segundo shock.
Introdujo en su vagina virgen un dedo oscurecido por la mugre, lo que provocó un tercer shock en ella, se quedó con la mirada perdida hacia la puerta que había quedado abierta. De pronto sin más, apareció Don Benito Juárez con su traje gris buscando goma para peinarse, nada pudo hacer pues ella no sabía aún la importancia de este personaje en la historia de su país, así que Don Benito después de encontrar gel para el cabello, se apresuró a la cocina y sacó del refrigerador un litro de leche y comenzó a beberlo.
Por la puerta entró un deforme país llamado Argentina, no sabía caminar, no sabía si iba o regresaba, no tenía color, ni podía hablar, pues la pequeña no sabía qué era eso de La Argentina y mucho menos su capital, así que La Argentina cayó al suelo y lentamente se desvaneció.
Quien sí pudo conversar con ella fue el número siete quien entró acompañado del cura Hidalgo que sostenía una pequeña campana, se sentaron junto a ella y comenzaron a cantar las tablas del siete y del ocho, pero los dos se trababan al llegar al ocho por nueve y comenzaban de nuevo. El cura se puso de pie e hizo sonar la campana, el badajo cada vez era más grande y los ruidos cada vez se hacían más graves y lentos, desde la cocina con el vaso de leche Don Benito miraba el ritmo de la campana y el dedo sucio del padrastro alcoholizado. Afuera en la calle, el cuervo pitoniso se echaba a volar. 
Justo en la campanada número doce, se escuchó el golpe seco de un trozo de madera estrellándose contra un cráneo, Don Benito apuró el trago de leche y desapareció, el siete e Hidalgo desaparecieron al llegar al ocho por nueve. Catorce garrotazos le deformaron el cráneo al padrastro.
En el piso un cuerpo nadando en sangre, sobre el sofá roído una estudiante de secundaria con el uniforme manoseado, tres pasos frente a la entrada, con el sol resplandeciendo sobre su espalda haciendo que su contorno luciera más grande de lo que era, con su rostro salpicado por la sangre, sosteniendo con su mano derecha un garrote mientras ofrecía su brazo izquierdo a la menor, estaba el paco; el amor de la vida de La Güera Morena.
No metieron al bote a nadie, fue en defensa, en un barrio olvidado, el muerto era un pobre diablo, además, se previno una violación, pero lo que no se previno fue una fuerte infección en las partes íntimas de la menor.
Después de la visita  al ginecólogo del seguro social, el mismo que le había dicho a la choncha que era tan fértil como las tierras del norte del país, le recetaron doce inyecciones de amikacina o una mamada de esas para la infección. Eran tan fuertes que dolía más el líquido entrando en la nalga que el piquete mismo.
Cualquier barrio que se haga llamar barrio, tiene una señora que le sabe a esas cosas de la jeringa, este no era la excepción. No es difícil decía, partes la nalga en cuatro y en la esquina superior derecha para nalga derecha y superior izquierda para nalga izquierda ahí va la aguja. Tenía buena mano, no hacía moretón. Era la seño encargada de la CONASUPO.
Pero cuando todo parecía ir por buen camino, cuando la gorda estaba bajando de peso y comenzaba a salir con un pastor de una iglesia cercana y eso ya era mucho pedir para ella, cuando los calorones de la chingada estaban por irse, cuando el presidente municipal mando a pavimentar la calle principal donde se ponía el tianguis en la colonia los domingos, cuando era día de la inyección número once, todo valió madres.
La señora que inyectaba hizo el ritual correspondiente, le bajó la pantaletita rosa por el lado izquierdo y se apendejó mientras miraba el final de la telenovela, no podía estar con un ojo allá y el otro acá, así que después del grito que pegó la niña volteó a verle la nalga y se dio cuenta de que no la puso en la parte superior izquierda. De inmediato corrigió, pero ya era demasiado tarde, la niña sintió que se entumecía toda su pierna y desde entonces quedó con una cojera que a decir del pueblo sería incurable.
-Voy a echar una miada, aguántame las carnes
-¿Pido otra tanda?
-Simón.
-…
-¿Después que pasó?
 -Nada, se quedó coja y ya
-No mames, no está coja mira que bien mueve el culo
-Ah, se curó, mírala, ¿tiene bonitas nalgas no?
-¿Cómo se curó?
-¡Con un brujo, cabrón!

Para llegar a ser la Güera Morena tuvo que pasar por un proceso de destilación.
Se hizo novia del paco, él la rompió, le robó su virginidad, estaban enamorados, era su último año de prepa, comenzaban a chupar, y en una de esas peditas chaqueteras, se hizo la machaca.
Bailaron, se besaron, se tocaron, se calentaron y se fueron a un cuarto, la fiesta fue en otra colonia, menos popular, como escriben los diarios locales y nacionales cuando es noticia una colonia con altos índices delictivos, P-O-P-U-L-A-R, como el candidato a la presidencia municipal que había llevado una pipa llena de agua para rellenar los grandes tambos de agua que había en los patios de la colonia, ahí donde la morena que aún no era güera miraría los primeros reflejos de la luna enamorada y las estrellas compañeras fieles.
Hicieron el amor como dos jovencitos enamorados; a lo pendejo, sin condón y mal hecho, el guey se vino en chinga y se quedó dormido de lo pedo que andaba, ella lo abrazó y suspiró mientras lo veía dormir. Cuando despertó regresaron a la acción, pero esta vez duró menos y durmió más.
Duraron dos años de novios, con el tiempo aprendieron las artes del amor, terminaron la prepa y ya los esperaba la maquiladora remodelada, con mejores salarios para los que recién terminaban la preparatoria, mejores puestos para aquellos que fueran capacitados dentro de la empresa, el futuro a la vuelta de la esquina.
El día llegó, nuestra pequeña aventurera estaba convertida en una mujer, era tiempo de pintarse los cabellos como su madre, rubios, atractivos, las rubias tienen más pegue.
Su piel morena como la de su difunto padre y el tono rubio que escogió en la estética unisex animada por sus amigas le dieron el mote de La Güera Morena. Pero eso no fue hasta que entró a trabajar a La Cascada. En la maquila fue un éxito, un par de conquistas siempre arrepentidas por el gran amor que le tenía al paco, que trabaja en distinto turno y tenía poco tiempo para verle.
-¿A pesar de la cojera se la tiraban?
-Claro cabrón, por qué no
-¿está raro no? La pinche pata tiesa y la chingada…
-A ver cabrón, ¿dejarías que te la mamara un joto y no te cogerías a una coja? Tú sí que estás cabrón
-No sé a ti, pero a mí no se me antojaría
-El pedo de la cojera tenía un plus, siempre estaba el morbo para ver cómo acomodarla, cómo se movía, el esfuerzo por darle una buena trapeada era lo que motivaba a los ñeros maquiladores, así que la güera antes morena era un éxito.
Pasó el tiempo sin ninguna novedad, como pasa el tiempo para la clase jodida, un día o dos de descanso a la semana que se iban viendo la televisión, alguna fiesta que terminaba en pleito de borrachos, días de vacaciones incompletas a causa de que se terminaba primero el dinero que las vacaciones, que no eran más que días en los que la televisión duraba más tiempo encendida de lo común.
La gorda cayó en cama, para esa fecha ya era más grasa que otra cosa, los cachetes comenzaban a comerse su boca. Murió a los dos meses, no supieron de qué. La enterraron en el panteón municipal, un lugarcito que encontraron barato.
Cuando fue a visitar a un brujo para buscar explicación, este le dijo que las almas hay que dejarlas descansar, que alguien la esperaba en el más allá, que no averiguara nada.
Justo antes de salir del consultorio del médico brujo, éste le gritó ¡Detente! Llevas años cargando esa pena, es tiempo de que te la quites, de que seas libre, de que vivas de nuevo. Volteó a verlo, no entendía de qué hablaba. Doctores, sobadores, todos han querido ayudarte pero nadie lo ha logrado, porque eso no es cuestión de salud física, sino del alma, es una carga que lleva tu alma y hoy te libraré.
Entendió que se refería a su cojera, asintió con un movimiento de cabeza y pasó al camastro que tenía el viejo.
La encueró, la tocó por todas partes mientras la habitación se llenaba de humo, olía a mota, el viejo encendía uno y otro cigarrillo, le puso uno en sus labios, exhaló, no era mota era algo más fuerte, se quedó dormida.
Abrió los ojos y encontró a Benito Juárez con una larga bata blanca tocándole los senos, sin morbo, decía, la Iglesia y el Estado, la Iglesia y el Estado, el Estado y la Iglesia, le sobó la pierna coja hasta ponerse caliente, de ella salió un cura blasfemando mientras una monja le chupaba las bolas, es fácil lo ves, la Iglesia y el Estado, el Estado y la Iglesia continuaba explicando Don Benito mientras tallaba la pierna coja. Cerró los ojos.
Al abrirlos de nuevo, estaba el cura Hidalgo, con su campanita, que ya no tenía badajo, no pudo hacer nada, pero el número siete sí, le tocó las tetas alternadamente mientras recitaba la tabla del siete y del ocho, sin ninguna interrupción, lo ves es fácil, siete por uno siete, siete por dos catorce, siete por tres veintiuno….
Cuando despertó estaba envuelta en una pequeña bata blanca, a su lado en una silla, el anciano con los ojos rojos por el humo. Lo ves, es fácil, estás curada. Se puso de pie, de su vagina escurría un pequeño líquido cristalino producto de la excitación que le había causado aquél ritual, se miró al espejo y vio en sus ojos un brillo que hacía mucho tiempo no miraba y el reflejo de ella jugando a la escolta con un palo de escoba como portabandera caminando por las calles empolvadas de su infancia.
Desde ese día del ritual, su cabello rubio con raíces negras quedó así para siempre. La cojera se fue, se puso más buena y se salió de la maquila dispuesta a triunfar. Su amado paco se fue pa’l otro lado.
Cantó en un par de bares, canciones de Thalía, lo hacía bien, el pedo era la clientela, qué pinche borracho iba a una cantina a escuchar una canción de Thalía. No le quedó otra que ser mesera y ahí sí, en algún momento de peda un cabrón lo dijo… ¡qué buena está esa pinche vieja, grandota, nalgonzona, chichona!… ¿cuál? ¡Aquella, La Güera Morena!
-Está buena todavía
-Todavía, se mantiene.
-Se liberó de todos los demonios
-Sí, de todos, para venir a enfrentarlos cara a cara. Aquí.
-Oye guey, ¿traes cambio?



Te juro que te amo…
Afuera está lloviendo por dentro estoy temblando porque tú te vas…
Porque yo me iré
Muy pronto partirás…
Muy pronto partiré
Un tren desconocido pronto tomarás.
No queda mucho tiempo,
Te juro que te amo ahora estas llorando
Más porque llorar…más porque llorar
Si es que tú volverás si es que yo volveré…
Y todo aquello nuestro tú recordarás
Y mi sentimiento no lo cambiaré jamás
Aunque sufra este tormento me quedas tú





No hay comentarios:

Publicar un comentario