lunes, 6 de junio de 2011

Coyote II

Caminé a través de la arena, la misma en la que alguna vez caminamos juntos, me dirigí hacia mis compañeros, sequé mi cuerpo como si me quitara una piel vieja que estaba dañada. Me cubrí del sol con la toalla y abrí una lata de cerveza ahora de modelo especial.
Platicábamos de cualquier cosa, escuchábamos el mar, buscábamos un rincón de arena mojada para no quemarnos los pies y festejábamos el inicio de nuestras visitas a la playa. Cuando menos esperábamos llegó hasta nosotros Axel.
Un jovencito de algunos 20 años cuando mucho, piel morena, mirada expresiva, cabello corto sólo el flequillo largo, no traía puesta playera lo que dejaba ver un par de tatuajes, un tigre en el pecho izquierdo y una calavera de la que se había escapado mas de una vez sobre el hombro del mismo lado, sólo vestía short por debajo de la cadera que dejaba ver un bóxer a cuadros verde. Nos pidió un cerillo, le ofrecimos un encendedor, lo aceptó y se puso casi de rodillas a un costado del coche para cubrirse del aire y encender su cigarro, cuando por fin lo hizo nos dio el tufo y nos advirtió que era mota como si no nos hubiésemos dado cuenta, nos ofreció pero no aceptamos, un día antes no habría poderlo hecho ya que el lugar estaría repleto de visitantes del estacionamiento de la playa que lo último que hacen es voltear a ver el mar y la puesta del sol, sólo se dedican a beber alcohol y escuchar música a todo volumen, luciendo sus coches ante la vista de las chavas que visten diminutos pantalones que dejan ver las curvas pronunciadas características de las mujeres de la región. 
Se retiró hacia el coche en el que había llegado el cuál se movía en dirección a la salida del lugar, pensamos que lo habían dejado pero al cabo de unos minutos regresó, era un “bocho” púrpura, se estacionó a unos 15 metros de nosotros, bajó un tipo algo encorvado pero con actitud jovial, cabello castaño y de piel muy blanca que brillaba junto a su playera de verde chillante gracias a los rayos del sol que todavía dejaban sentirse, un short café y chanclas negras, cuidaba de dos perros, uno negro y otro blanco. Estuvieron un rato platicando, mientras Axel se terminaba su “churro”.
Seguimos con nuestra plática hasta que llegó de nuevo, nos dijo que no era de acá, que era de Tonalá, Jalisco, le ofrecimos una cerveza estrella haciendo alusión a su estado, la tomó con gusto y pidió un cigarro pero de tabaco esta vez. Nos contó que su tío le había hecho los tatuajes, que era el mejor de Tonalá y que tenía su negocio muy conocido, lo nombró pero no recuerdo, mostró unos más en cada muñeca  y otro en que se dibujaba la cara de una mujer en la pierna del mismo lado justo debajo de la pantorrilla. Yo seguía bebiendo hasta que llegó por mi lado derecho el acompañante de Axel.
Era un viejo que fácil le pegaba a los 60 años, pero con actitud de joven, saludó a todos y se presentó como “Coyote”.
Hablaba muy poco español lo advirtió desde que se presentó, le pregunté de dónde era, me dijo que de Seattle, intercambiamos algunas percepciones sobre “Los Marineros” e Ichiro, estábamos de acuerdo en eso. En su oreja izquierda colgaba un arete, pero lo que llamó más mi atención fueron las cicatrices que se anteponían a sus orejas y unas más que se escondía atrás de ellas, supuse que eran de alguna cirugía plástica para quitarse años de la cara, en la primera oportunidad y sin que se diera cuenta comparé su cuerpo con sus facciones y efectivamente no coincidían lo que fortaleció mi idea de la cirugía.
Antes de que “el gringo” se acercara a nosotros Axel nos advirtió que venía con aquél gringo, que estaba medio loco, “yo creo que ese viejo en sus tiempos era bien jeringa” nos dijo al mismo tiempo que hacía una seña simulando inyectarse sobre la vena del brazo izquierdo.
Lo vi demasiado tranquilo, su playera escondía unos tatuajes arrugados sobre el brazo derecho, no tuve idea de qué fueran ni se lo pregunté, lo observaba detenidamente y luego volteaba a ver al jovencito que ya enseñaba los ojos rojos a consecuencia de la mota. El gringo me dijo que no hablaba mucho español y que el otro no hablaba nada de inglés que me imaginara como batallaban.
 Me pareció de lo más extraño, ¿qué hacían juntos un mexicano de 20 años sin hablar inglés y un gringo jubilado que apenas estaba aprendiendo el español?
Me contó que lo conoció en Jalisco, a través de unos amigos, el chavo se la pasaba en la calle bajo los efectos que produce el trozo de tela impregnada de thinner al inhalarla constantemente. Su madre algo loca y su padre un alcohólico que no se ocupaba de él, ¿qué iba a hacer al ver algo así? me dijo, lo invité para que se alejara de esa vida y aquí lo tienes conmigo al tiempo que hacía una mueca que expresaba que no había alternativa para los jóvenes como él. Para esos momentos “coyote” ya había aceptado una cerveza, tomaba poco dijo.
Las cervezas empezaban escasear como suele suceder cuando los momentos lucen más interesantes, por lo que empezamos a organizar otra tanda, sacamos cuentas y no alcanzaba, le preguntamos al gringo que si quería tomar más y si era posible cooperar, tengo 36 pesos me dijo con el acento gracioso de los gringos cuando hablan español, es lo único que me dejó la policía que me detuvo en la carretera.
Los mismos policías nos habían detenido una hora antes por exceso de velocidad, pero más que prevenir están al acecho, escondidos justo pasando una curva, nos pidieron los papeles, todo en regla, resultaron conocidos, es la ventaja de vivir en ciudades pequeñas, pero al gringo le bajaron 160 pesos por ir demasiado rápido. “Viva la México” me dijo cuando me platicó sobre la corrupción, sobre la facilidad con la que evades una infracción a diferencia de su país, donde conducir sin licencia de manejo implica hasta encarcelamiento, por eso el gringo esta feliz de vivir en México.
Me contó que le han gustado los lugares que ha visitado y que aún le quedan más por visitar pero que por el momento necesita juntar dinero, no le alcanza con la pensión que recibe, en el próximo ciclo escolar dará clases de inglés.
En el regreso se ven los murciélagos dejando su cueva en busca de alimento, se mueven como una mancha gris en el cielo dejando un olor a tortilla perdida, atrás quedan coyote y Axel, dos personas en las que se reflejan culturas distintas derivadas de países cercanos pero inmensamente diferentes y esa diferencia es palpable en el gringo jubilado que busca la redención a través de mejorar las condiciones del jovencito mexicano que encontró en Jalisco víctima de el desprecio social por parte de quienes ostentan el poder ya no en el nivel federal, hoy en cualquier nivel y como él hay miles que siguen en las calles en la espera de un coyote que los lleve a conocer lugares como este, en los que la tranquilidad de la playa contrasta con las oscuras calles de Tonalá, en los que a cambio de “nada” puedan respirar la libertad.
Atrás también queda tu amor, el que me hizo tanto daño, hundido para siempre, y ¡¿sabes?! Hoy ya no eres mi amor, ya no te amo más, mis letras ya no serán para ti, mis pensamientos volarán como lo hacían antes de que llegaras, tus ojos dejaran de brillar porque ya no serán el reflejo del amor que te tenía, mi sonrisa no se mostrará más ante ti.
 ¡Hoy soy libre!

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